Todo comienza el 1 de agosto de 1944, pero continúa hasta el 2 de octubre del mismo año. El levantamiento de Varsovia contra los nazis que ocupaban Polonia fue uno de los capítulos más trágicos y gloriosos de la resistencia, militarmente fallida, pero con héroes no solo entre los soldados del ejército polaco, sino también entre el clero.
Durante los 63 días del levantamiento de Varsovia, cerca de 150 sacerdotes diocesanos y muchas religiosas dieron a insurgentes y civiles asistencia pastoral y médica.
Los capellanes celebraban Misas entre bombas y proyectiles de artillería, bendecían las banderas de las tropas, confesaban, daban la Comunión, realizaban funerales, además de bautizar a los niños y bendecir los matrimonios.
Fueron asesinados unos 40 capellanes. Entre ellos estaba el P. Michal Czartoryski, un dominico que no quería dejar a los heridos graves que estaban en el hospital de campo de Powisle y fue muerto por los alemanes junto a ellos. También estaba el P. Jozef Stanek, un palotino que ayudó a los heridos, a los moribundos y a los civiles hasta el final. Los alemanes los colgaron con sus propias estolas. Ambos están entre los 108 mártires de la Segunda Guerra Mundial beatificados por Juan Pablo II en 1999 en Varsovia.
Entre los capellanes del levantamiento también estaban sacerdotes conocidos, como el P. Stefan Wyszynski -convertido después en Primado de Polonia y que será beatificado próximamente–, el P. Jan Zieja y el Obispo Stanislaw Adamski, que arriesgaron la vida para administrar los sacramentos a los insurgentes y ayudar a los civiles.
Pero además, el P. Wyszynski también confesaba a los heridos alemanes porque hablaba bien el alemán.