La medalla de la Inmaculada Concepción, la “Medalla Milagrosa”, cumple un nuevo aniversario. El origen de este objeto de piedad está inspirado en las revelaciones que la Santísima Virgen María le hizo de manera privada a Santa Catalina Labouré, religiosa perteneciente a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Las apariciones de la Madre de Dios tuvieron lugar en la ciudad de París (Francia) cuando el primer tercio del siglo XIX estaba por concluir.
Un milagro en una silenciosa noche de verano
En la noche del 18 al 19 de julio de 1830, un misterioso niño aparece en la habitación de Catalina Labouré, en ese momento novicia de las Hijas de la Caridad. El niño se dirige a la santa y le pide que vaya a la capilla.
Una vez en la capilla, rodeada del más absoluto silencio, Catalina eleva la mirada y se encuentra cara a cara con la Virgen María. De rodillas, empieza una intensa conversación con la Madre de Dios.
El diálogo entre la religiosa y la Virgen se prolonga durante horas, hasta que la Inmaculada hace ademán de despedirse. En ese instante, María inspira en el corazón de Catalina un deseo especial que refrenda con unas dulces palabras: "Mi niña, te voy a encomendar una misión".