16 de noviembre de 2024 Donar
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Conoce la historia de dos hermanos ordenados sacerdotes el mismo día

P. Connor (izquierda) y P. Peyton Plessala. Crédito: Catholic News Agency (Agencia en inglés del Grupo ACI)

En tiempos de pandemia de coronavirus, los hermanos Peyton y Connor Plessala postrados frente al altar, entregaron sus vidas al servicio de Dios y la Iglesia Católica en una Misa privada el 30 de mayo en la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción en Mobile, Alabama (Estados Unidos).

Peyton, de 27 años, y Connor, de 25 años, pasaron gran parte de sus vidas centrados en temas propios de su juventud como estudios académicos, excursiones, amigos, novias y deportes y siempre han sido más cercanos que "los mejores amigos", dijo Connor a CNA.

Ambos disponían de muchas opciones y caminos que podrían haber elegido para sus vidas; sin embargo, "por alguna razón, Dios eligió llamarnos y lo hizo. Fuimos afortunados de contar con los fundamentos de nuestros dos padres y de nuestra educación para escucharlo (a Dios) y luego decir que 'sí'", afirmó Peyton.

"Pasas tanto tiempo en el seminario preparándote para ser efectivo un día (…), hablando de planes, sueños, esperanzas y temas que podrías hacer algún día en tu hipotético futuro… Ahora está aquí y no puedo esperar para empezar", dijo Peyton y expresó su emoción de comenzar a ayudar con la educación y escuelas católicas, y de escuchar confesiones.

Los padres de los nuevos sacerdotes son médicos que crecieron al sur de Louisiana, donde, según Peyton, eres católico a menos que declares lo contrario. Cuando Connor y Peyton eran muy jóvenes, la familia se mudó a Alabama.

Iban a Misa todos los domingos junto a sus dos hermanos menores y fueron educados en la fe y lo que Peyton llama las "virtudes naturales": cómo ser personas buenas y decentes, la importancia de elegir sabiamente a sus amigos y el valor de la educación. Para los nuevos sacerdotes, si bien sus padres siempre fueron católicos, no eran del tipo de familias que "rezaban el Rosario alrededor de la mesa", dijeron.

Practicar deportes de equipo como el fútbol, ​​baloncesto y béisbol, alentados por sus padres, también los ayudó a educarse en virtudes naturales, pues les enseñó el valor del trabajo duro, la camaradería y de dar el ejemplo a los demás. "Nos enseñaron a recordar que cuando vas a practicar deportes y tienes el nombre de Plessala en la parte posterior de tu camiseta, eso representa a toda una familia", dijo Peyton.

A pesar de ir a escuelas católicas y tener "charlas vocacionales" anuales, ninguno de los dos consideró realmente el sacerdocio como una opción para sus vidas hasta principios de 2011, cuando viajaron con sus compañeros de secundaria a Washington D.C. para la Marcha por la Vida, la reunión anual provida más grande en los EE. UU.

En ese viaje, los jóvenes quedaron impresionados por el entusiasmo y alegría de su guía de grupo del colegio católico McGill-Toolen, que era un sacerdote recién ordenado. En este viaje ambos sintieron el llamado, pero solo Connor consideró ingresar al seminario al terminar la escuela secundaria y, en el otoño de 2012, inició sus estudios en el St. Joseph Seminary College (Seminario de San José) en Covington, Louisiana.

Para Peyton, el camino al seminario no fue tan directo, pero en el viaje "me di cuenta por primera vez: 'Hombre, podría hacer esto. [El sacerdote guía] está tan en paz consigo mismo y tan alegre y divirtiéndose mucho. Yo podría hacer esto. Esta es una vida que realmente podría hacer'", dijo.

Al terminar la secundaria, Peyton siguió su plan original y estudió por tres años en el programa para ingresar a la escuela de medicina en la Universidad del Estado de Luisiana. Allí también salió con una chica que conoció por dos años.

En su primer año de universidad, Peyton fue guía de un grupo de estudiantes de secundaria de su colegio en el viaje anual de la Marcha por la Vida. Durante el evento, en un momento de adoración al Santísimo Sacramento, percibió la voz de Dios que le preguntaba: "¿Realmente quieres ser médico?" La respuesta fue "no".

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"Y en el momento en que escuché eso, mi corazón se sintió más en paz que en... tal vez en mi vida. Solo lo supe. En ese momento, pensé: 'Voy a ir al seminario'. Por un momento tuve el propósito de una vida. Tenía una dirección y un objetivo. Solo sabía quién era", afirmó, y dijo que en consecuencia con su decisión debía terminar su relación con su novia y así lo hizo.

Por su parte, Connor recordó que cuando Peyton lo llamó para contarle su decisión de ir al seminario, "me quedé impactado (…). Estaba extremadamente emocionado porque íbamos a volver a estar juntos de nuevo", dijo Connor. Fue así que en el otoño de 2014 Peyton se unió al seminario y, aunque ambos siempre habían sido amigos, su relación mejoró desde entonces.

Peyton, como hermano 18 meses mayor, era quien alentaba y daba los consejos, pero con su ingreso al seminario, por primera vez Connor dijo que se sintió como el "hermano mayor", pero como siempre, ambos tenían sus propias ideas y afrontaban los desafíos de diferentes maneras.

La experiencia de asumir el desafío de convertirse en sacerdotes ayudó a que su relación madurara. "Peyton siempre ha hecho lo suyo, porque fue el primero (…), entonces, no tenía un ejemplo que seguir, mientras que yo sí", dijo Connor.

"La idea de romper con: 'Vamos a ser lo mismo', fue más difícil para mí, pero creo que al pasar por los dolores del crecimiento, pudimos crecer, y realmente nos dimos cuenta de los dones y debilidades de cada uno y ahora confiamos más el uno en el otro. Conozco los dones de Peyton mucho mejor, y él conoce mis dones, por lo que podemos confiar el uno en el otro", añadió.

A pesar de la "ventaja" de dos años de Connor y debido a la forma en que se transfirieron sus créditos universitarios, los hermanos terminaron en la misma clase de ordenación. Peyton dijo que sus padres son constantemente bombardeados con la pregunta: "¿Qué hicieron para que la mitad de sus hijos ingresaran al sacerdocio?"

Para Peyton, dos fueron los factores clave en su educación que ayudaron a todos sus hermanos a crecer como católicos comprometidos. Primero, asistieron a escuelas católicas, escuelas con una fuerte identidad de fe.

Pero para los hermanos, aún más importante era la experiencia de reunirse todas las noches en familia para rezar y estar juntos, pues les ayudó a cohesionar y apoyar los esfuerzos de cada miembro. "Cenamos todas las noches en familia, independientemente de la logística necesaria para que eso funcione", dijo Peyton.

"Si teníamos que comer a las 4 p.m. porque uno de los dos tenía un juego esa noche al que íbamos a ir, o si teníamos que comer a las 9:30 p.m., porque llegaba a casa después de la práctica fútbol al final de la escuela secundaria, fuera lo que fuera. Siempre hacíamos un esfuerzo para comer juntos, y rezábamos antes de esa comida", explicó Peyton.

Cuando Peyton y Connor contaron que entrarían al seminario, sus padres los apoyaron mucho en su vocación, incluso si sospechaban que su madre podría estar triste porque probablemente terminaría teniendo menos nietos. Otros jóvenes que conocieron salieron del seminario porque sus padres no los respaldaron, dijo Peyton.

"Sí, los padres saben lo mejor, pero cuando se trata de las vocaciones de sus hijos, Dios es quien sabe, porque Dios es el único que llama", comentó Connor.

Nadie en su familia, inclusive ellos mismos, esperaba o predecía que podrían ser llamados al sacerdocio, pues eran "chicos normales" que practicaban su fe, salían en la escuela secundaria y tenían muchos intereses variados. Sin embargo, para Peyton el haber sentido ese inicial llamado al sacerdocio no es tan sorprendente.

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"Creo que todos los jóvenes que realmente practican su fe probablemente lo hayan pensado al menos una vez, solo porque conocen a un sacerdote y el sacerdote probablemente dijo: 'Oye, deberías pensar en esto'", dijo.

Al respecto Peyton contó que preguntó a muchos de sus amigos católicos y devotos que ahora están casados, si alguna vez consideraron el sacerdocio antes de discernir el matrimonio. Casi todos le dijeron que sí lo pensaron durante una o dos semanas, pero no se quedaron con la idea.

En cambio, la idea del sacerdocio no desapareció para ellos. "Se me quedó grabado y luego se quedó conmigo durante tres años. Y finalmente, Dios dijo algo como: 'Es hora, hombre. Es hora de hacerlo'", dijo Peyton.

Para Connor, dar el paso de ir al seminario cuando aún estaba discerniendo fue la mejor manera de decidir si Dios realmente lo estaba llamando a ser sacerdote. "Si quieres encontrar una respuesta, tienes que hacer la pregunta. Y la única forma de preguntar y responder a esa pregunta sobre el sacerdocio es ir al seminario", dijo.

"Los aliento chicos a que si realmente ha pasado un tiempo y el llamado se queda con ustedes, la única forma en que lo resolverán es yendo al seminario. La vida de los sacerdotes es lo más útil para lograr que otros hombres consideren el sacerdocio", dijo Peyton.

"Ve al seminario. No será peor por ello. Comenzarás vivir una vida dedicada a la oración, a la formación, a sumergirte en ti mismo, aprender quién eres, conocer tus fortalezas y debilidades, y aprender más sobre la fe. Todas esas son cosas buenas", dijo Connor.

El seminario no es un compromiso permanente. Si un hombre joven va al seminario y se da cuenta que el sacerdocio no es para él, no estará peor. Por el contrario, "te has convertido en un mejor hombre, una mejor versión de ti mismo, has orado mucho más de lo que lo harías si no estuvieras en el seminario", añadió.

Al igual que muchas personas de su edad, los caminos de Peyton y Connor hacia su última vocación fueron sinuosos. "El gran dolor de los millennials es estar sentado allí y tratando de pensar en lo que quieres hacer con tu vida durante tanto tiempo que tu vida simplemente pasa de largo", dijo Peyton. "Por ello, una de las cosas que me gusta alentar a los jóvenes que están discerniendo es a hacer algo al respecto"

Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en CNA.

 

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