Dos años después la llegada de su hijo, "y como había sido una experiencia magnífica", pensaron en repetirla.
Y "un buen día, por medio de un chat de padres, supimos que en otra Comunidad había una niña de seis meses con síndrome de Down que estaba siendo cuidada por una familia de acogida pero que necesitaba una familia adoptiva".
Rápidamente llamaron a los servicios de adopción de nuestra Comunidad para que se pusieran en contacto con los de la niña para que, "i no tenían a nadie, supieran que había una familia interesada".
Según recuerdan, "la inmensa alegría al saber que nuestra hija nos esperaba se mezcló con algunas dudas que nos vinieron a la cabeza" y comenzaron a pensar en el futuro y en qué sería de los hijos cuando ellos faltaran.
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"Y aquí, otra vez hubo testimonios y ejemplos que nos ayudaron a dar el sí definitivo", aseguran. Y recuerdan que conocieron a una familia que también habían adoptado a dos niños con Síndrome de Down y les explicaron que "no sabemos qué pasará el día de mañana, pero sabemos que Dios nos ha llamado a ser, hoy, padres de nuestros hijos y a quererles como Él nos ha querido a nosotros".
"Al igual que con su hermano, otra vez nos emocionamos al recordar el momento en que, conforme subíamos las escaleras de la casa, oímos que su madre de acogida le gritaba: "Ya están aquí tus papás". Una niña preciosa nos miraba como sorprendida. Su madre de acogida la puso en brazos de su madre de adopción… Y otra vez las lágrimas afloraron a nuestros ojos. Acabábamos de conocer a nuestra hija…"
Según explican, "nuestra hija, al igual que su hermano, es pura vida. Y la amamos tal como es. Ha sido un auténtico regalo para nosotros tres. Como dice nuestro hijo con su lengua de trapo, 'somos una familia guay'".
"¿Merece la pena tener o adoptar a un niño con síndrome de Down? Nuestra respuesta es: sin duda alguna", "también hay momentos de desaliento y cansancio, porque no se ven progresos o porque éstos van muy despacio o porque piensas que no estás haciendo lo suficiente como padres. Pero nosotros tenemos el convencimiento de que el ser humano es feliz cuando ama. Y de que el verdadero amor se manifiesta y se demuestra en la «entrega» al otro. Y ese amor, que incluye el sacrificio, es lo que da la felicidad. Nosotros vemos que nuestros hijos son felices. Y nosotros lo somos con ellos porque ese era y es nuestro objetivo: que sean felices", aseguran.
"Antes de llegar ellos, no sabíamos que a un hijo se le podía querer tanto. También sabemos que adoptarlos ha sido lo mejor que hemos hecho en la vida. Y que en el futuro, echaremos la vista atrás… y habrá merecido la pena".
También dan "a sus padres biológicos por haberles dado la oportunidad de tener otros papás. Y, por supuesto, gracias a Dios, por habernos hecho padres de estas dos criaturas suyas, por habernos dado estos dos regalos. Sabemos que vela por nosotros en su providencia".