¿Cómo podemos vivir estos días para que no se desperdicien?
"Debemos redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos. Comprender que en las pequeñas cosas está nuestro tesoro. Hay gestos mínimos, que a veces se pierden en el anonimato de la vida cotidiana, gestos de ternura, de afecto, de compasión que, sin embargo, son decisivos, importantes. Por ejemplo, un plato caliente, una caricia, un abrazo, una llamada telefónica... Son gestos familiares de atención a los detalles de cada día que hacen que la vida tenga sentido y que haya comunión y comunicación entre nosotros".
¿No solemos vivir así?
"A veces sólo vivimos una comunicación virtual entre nosotros. En cambio, deberíamos descubrir una nueva cercanía. Una relación concreta hecha de cuidados y paciencia. Muy a menudo las familias, en casa, comen juntas en un gran silencio, pero no es para escucharse mejor unos a otros, sino más bien porque los padres ven la televisión mientras comen, y sus hijos están concentrados en sus teléfonos móviles. Parecen unos monjes aislados unos de otros. Así no hay comunicación; en cambio, escucharnos es importante porque entendemos los problemas de cada uno, sus necesidades, esfuerzos, deseos. Hay un lenguaje hecho de gestos concretos que debe ser salvaguardado. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto".
Hay mucha gente que ha perdido a sus seres queridos, mientras muchos otros están luchando al frente para salvar otras vidas. ¿Qué quiere decirles?
"Agradezco a los que se dedican de esta manera a los demás. Son un ejemplo de esta sensibilidad hacia lo concreto. Y pido que todos estén cerca de aquellos que han perdido a sus seres queridos y traten de estar cerca de ellos de todas las maneras posibles. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos".
¿Cómo puede vivir con esperanza frente a estos días alguien que no cree?
"Todos somos hijos de Dios y estamos bajo su mirada. Incluso aquellos que aún no han encontrado a Dios, aquellos que no tienen el don de la fe, pueden encontrar ahí su camino, en las cosas buenas en las que creen: pueden encontrar la fuerza en el amor a sus hijos, a su familia, a sus hermanos y hermanas. Uno puede decir: 'No puedo rezar porque no soy creyente'. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar allí la esperanza".