Tener compasión
Con frecuencia, las Sagradas Escrituras expresan el estado de ánimo de quien se deja tocar "hasta las entrañas" por el dolor ajeno. La conmoción de Jesús lo hace partícipe de la realidad del otro. Toma sobre sí la miseria del otro. El dolor de esa madre se convierte en su dolor. La muerte de ese hijo se convierte en su muerte.
En muchas ocasiones los jóvenes demostráis que sabéis con-padecer. Es suficiente ver cuántos de vosotros se entregan con generosidad cuando las circunstancias lo exigen. No hay desastre, terremoto, aluvión que no vea ejércitos de jóvenes voluntarios disponibles para echar una mano. También la gran movilización de jóvenes que quieren defender la creación testimonia vuestra capacidad para oír el grito de la tierra.
Queridos jóvenes: No os dejéis robar esa sensibilidad. Que siempre podáis escuchar el gemido de quien sufre; dejaos conmover por aquellos que lloran y mueren en el mundo actual. «Ciertas realidades de la vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas» (Christus vivit, 76). Si sabéis llorar con quien llora, seréis verdaderamente felices.
Muchos de vuestros coetáneos carecen de oportunidades, sufren violencia, persecución. Que sus heridas se conviertan en las vuestras, y seréis portadores de esperanza para este mundo. Podréis decir al hermano, a la hermana: "Levántate, no estás solo", y hacer experimentar que Dios Padre nos ama y que Jesús es su mano tendida para levantarnos.
Acercarse y "tocar"
Jesús detiene el cortejo fúnebre. Se acerca, se hace prójimo. La cercanía nos empuja más allá y se hace gesto valiente para que el otro viva. Gesto profético. Es el toque de Jesús, el Viviente, que comunica la vida. Un toque que infunde el Espíritu Santo en el cuerpo muerto del muchacho y reaviva de nuevo sus funciones vitales.
Ese toque penetra en la realidad del desánimo y de la desesperación. Es el toque de la divinidad, que pasa también a través del auténtico amor humano y abre espacios impensables de libertad, dignidad, esperanza, vida nueva y plena. La eficacia de este gesto de Jesús es incalculable. Esto nos recuerda que también un signo de cercanía, sencillo pero concreto, puede suscitar fuerzas de resurrección.
Sí, también vosotros jóvenes podéis acercaros a las realidades de dolor y de muerte que encontráis, podéis tocarlas y generar vida como Jesús. Esto es posible, gracias al Espíritu Santo, si vosotros antes habéis sido tocados por su amor, si vuestro corazón ha sido enternecido por la experiencia de su bondad hacia vosotros.
Entonces, si sentís dentro la conmovedora ternura de Dios por cada criatura viviente, especialmente por el hermano hambriento, sediento, enfermo, desnudo, encarcelado, entonces podréis acercaros como Él, tocar como Él, y transmitir su vida a vuestros amigos que están muertos por dentro, que sufren o han perdido la fe y la esperanza.
"¡Joven, a ti te digo, levántate!"
El Evangelio no dice el nombre del muchacho que Jesús resucitó en Naín. Esto es una invitación al lector para que se identifique con él. Jesús te habla a ti, a mí, a cada uno de nosotros, y nos dice: «¡Levántate!». Sabemos bien que también nosotros cristianos caemos y nos debemos levantar continuamente.
Sólo quien no camina no cae, pero tampoco avanza. Por eso es necesario acoger la ayuda de Cristo y hacer un acto de fe en Dios. El primer paso es aceptar levantarse. La nueva vida que Él nos dará será buena y digna de ser vivida, porque estará sostenida por Alguien que también nos acompañará en el futuro, sin dejarnos nunca, ayudándonos a gastar nuestra existencia de manera digna y fecunda.
Es realmente una nueva creación, un nuevo nacimiento. No es un condicionamiento psicológico. Probablemente, en los momentos de dificultad, muchos de vosotros habréis sentido repetir las palabras "mágicas" que hoy están de moda y deberían solucionarlo todo: "Debes creer en ti mismo", "tienes que encontrar fuerza en tu interior", "debes tomar conciencia de tu energía positiva"…
Pero todas estas son simples palabras y para quien está verdaderamente "muerto por dentro" no funcionan. La palabra de Cristo es de otro espesor, es infinitamente superior. Es una palabra divina y creadora, que sola puede devolver la vida allí donde se había extinguido.
La nueva vida "de resucitados"
El joven, dice el Evangelio, «empezó a hablar» (Lc 7,15). La primera reacción de una persona que ha sido tocada y restituida a la vida por Cristo es expresarse, manifestar sin miedo y sin complejos lo que tiene dentro, su personalidad, sus deseos, sus necesidades, sus sueños. Tal vez nunca antes lo había hecho, convencida de que nadie iba a poder entenderla.
Hablar significa también entrar en relación con los demás. Cuando estamos "muertos" nos encerramos en nosotros mismos, las relaciones se interrumpen, o se convierten en superficiales, falsas, hipócritas. Cuando Jesús vuelve a darnos vida, nos "restituye" a los demás (cf. v. 15).
Hoy a menudo hay "conexión" pero no comunicación. El uso de los dispositivos electrónicos, si no es equilibrado, puede hacernos permanecer pegados a una pantalla. Con este mensaje quisiera lanzar, junto a vosotros, los jóvenes, el desafío de un giro cultural, a partir de este "levántate" de Jesús. En una cultura que quiere a los jóvenes aislados y replegados en mundos virtuales, hagamos circular esta palabra de Jesús: "Levántate".
Es una invitación a abrirse a una realidad que va mucho más allá de lo virtual. Esto no significa despreciar la tecnología, sino utilizarla como un medio y no como un fin. "Levántate" significa también "sueña", "arriesga", "comprométete para cambiar el mundo", enciende de nuevo tus deseos, contempla el cielo, las estrellas, el mundo a tu alrededor.
"Levántate y sé lo que eres". Gracias a este mensaje, muchos rostros apagados de jóvenes que están a nuestro alrededor se animarán y serán más hermosos que cualquier realidad virtual.
Porque si tú das la vida, alguno la acoge. Una joven dijo: "Si ves algo bonito, te levantas del sofá y decides hacerlo tú también". Lo que es hermoso suscita pasión. Y si un joven se apasiona por algo, o mejor, por Alguien, finalmente se levanta y comienza a hacer cosas grandes; de muerto que estaba, puede convertirse en testigo de Cristo y dar la vida por Él.
Queridos jóvenes: ¿Cuáles son vuestras pasiones y vuestros sueños? Hacedlos surgir y, a través de ellos, proponed al mundo, a la Iglesia, a los otros jóvenes, algo hermoso en el campo espiritual, artístico, social.
Os lo repito en mi lengua materna: ¡hagan lío! Haced escuchar vuestra voz. De otro joven escuché: "Si Jesús hubiese sido uno que no se implica, que va sólo a lo suyo, el hijo de la viuda no habría resucitado".
La resurrección del muchacho lo reúne con su madre. En esta madre podemos ver a María, nuestra Madre, a quien encomendamos a todos los jóvenes del mundo.
En ella podemos reconocer también a la Iglesia, que quiere acoger con ternura a cada joven, sin excepción. Pidamos, pues, a María por la Iglesia, para que sea siempre madre de sus hijos que permanecen en la muerte, y que llora e invoca para que vuelvan a la vida.
Por cada uno de sus hijos que muere, muere también la Iglesia, y por cada hijo que resurge, también ella resurge.
Bendigo vuestro camino. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 11 de febrero de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.
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