Es imprescindible una mano amiga capaz de ayudar a levantar no sólo la ciudad, sino la mirada y la esperanza, expresó el Papa Francisco a un grupo de sobrevivientes de la triple catástrofe de 2011, con quienes se encontró la mañana del 25 de noviembre en Tokio, en el marco de su visita apostólica a Japón.
El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 9 grados con epicentro en el mar y a 32 kilómetros de profundidad, remeció durante seis minutos la costa oriental de Honshu, la principal isla del país, en especial la prefectura de Miyagi.
Este fuerte sismo, considerado el cuarto más potente del mundo en los últimos 500 años, produjo un tsunami con olas de hasta 15 metros que devastó ciudades y pueblos. Unos 115 mil edificios a lo largo de 400 kilómetros de costa quedaron destruidos, provocando que más 150 mil personas fueran desplazadas y reubicadas en otras zonas del país.
Estas olas fueron la verdadera fuerza destructora, penetrando unos 40 kilómetros en el interior de Japón por la costa este, causando daños especialmente en las provincias de Aomori, Iwate, Miyagi y Fukushima.
Sin embargo, el movimiento telúrico también provocó la caída de la red eléctrica y fallas por recalentamiento en la central nuclear de Fukushima, liberando material radioactivo al océano Pacífico en lo que se considera el desastre nuclear más grave a nivel mundial desde Chernobyl en 1986. El colapso envió nubes de polvo radiactivo sobre la región colindante, obligando a muchas personas a evacuar.
Se estima que 19 mil personas murieron y 150 mil fueron desplazadas por la "triple catástrofe", muchas de estas no han regresado a sus hogares, sobretodo en la ciudad de Sendai (Miyagi), que es la más afectada.