El Papa Francisco dirigió este 22 de noviembre un discurso a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas de Tailandia, para alentarlos a no ceder a la tentación de pensar que son pocos, sino pensar "que son pequeños instrumentos en las manos creadoras del Señor", y que el testimonio silencioso, fiel y generoso atrae nuevas vocaciones.
A continuación el discurso completo del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas: Buenos días.
Gracias a Mons. Joseph (Pradhan Sridarunsil) por sus palabras de bienvenida en nombre de todos ustedes. Estoy contento de poder verlos, escucharlos, participar de su alegría y palpar cómo el Espíritu realiza su obra en medio nuestro. Gracias a todos ustedes catequistas, sacerdotes, consagrados y consagradas, seminaristas, por este tiempo que me regalan.
Gracias también a Benedetta, por compartirnos su vida y testimonio. A medida que la escuchaba me venía un sentimiento de acción de gracias por la vida de tantos misioneros y misioneras que fueron marcando su vida y dejando su huella. Benedetta, nos hablaste de las Hijas de la Caridad.
Quiero que mis primeras palabras con ustedes sean una acción de gracias a todos estos consagrados que con el silencioso martirio de la fidelidad y entrega cotidiana se volvieron fecundos. No sé si llegaron a poder contemplar o saborear el fruto de la entrega, pero sin duda fueron vidas capaces de engendrar. Fueron promesa de esperanza. Por esto, al inicio de nuestro encuentro quiero invitarlos a tener especialmente presente a todos los catequistas, consagrados ancianos que nos engendraron en el amor y la amistad con Jesucristo. Demos gracias por ellos y por los ancianos de nuestras comunidades que no pudieron estar acá. Díganles a los ancianos que no pudieron estar acá, que el Papa les envía una bendición agradecida, y les pide también su bendición.