Que nuestros jóvenes descubran eso en nosotros, que nos dejamos "tomar y comer", y que sea eso lo que los lleva a preguntarse por el seguimiento de Jesús, que deslumbrados por la alegría de una entrega cotidiana no impuesta sino madurada y elegida en el silencio y la oración, ellos quieran dar su "sí".
Tú, que te lo preguntas o ya estás en camino de una consagración definitiva, has descubierto «que la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado. Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán vacío, cansado y solo.
No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra» (Exhort. ap. Christus vivit, 277).
Este juego de contrastes que plantea el evangelista Lucas, culmina en el encuentro de las dos mujeres: Isabel y María. La Virgen visita a su prima mayor y todo es fiesta, baile y alabanza. Hay una parte de Israel que ha entendido el cambio profundo, vertiginoso del proyecto de Dios: por eso acepta ser visitada, por eso el niño salta en el vientre. En una sociedad patriarcal, por un instante, el mundo de los hombres se retira, enmudece como Zacarías.
Hoy también nos ha hablado una catequista, una mujer mozambiqueña que nos ha recordado que nada les hará perder su entusiasmo por evangelizar, por cumplir con su compromiso bautismal. Vuestra vocación es evangelizar. La vocación de la Iglesia es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar. No hacer proselitismo. El proselitismo no es evangelización. El proselitismo no es cristiano. Nuestra vocación es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar.
En ella están todos los que salen al encuentro de sus hermanos: los que visitan como María, los que al dejarse visitar aceptan gustosos que el otro los transforme al regalarle su cultura, sus modos de vivir la fe y de expresarla.
La inquietud que expresas nos devela que la inculturación siempre será un desafío, como este "viaje" entre estas dos mujeres que quedarán mutuamente transformadas por el encuentro, el diálogo y el servicio. «Las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de inculturación.
Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 129).
La "distancia" entre Nazaret y Jerusalén se acorta, se hace inexistente por ese "sí" de María. Porque las distancias, los regionalismos y particularismos, el estar constantemente construyendo muros atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha derribado el muro que nos separaba (cf. Ef 2,14). Vosotros que habéis sido testigos -al menos los mayores- de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a "visitaros", a acortar las distancias. La Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la Visitación.
No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo. La pregunta formulada sobre qué hacer ante un matrimonio interreligioso nos desafía en esta tendencia asentada que tenemos a la fragmentación, a separar en vez de unir. Como también lo es el vínculo entre nacionalidades, entre razas, entre los del norte y los del sur, entre comunidades, sacerdotes y obispos.
Es el desafío porque, hasta desarrollar «una cultura del encuentro en una pluriforme armonía», se requiere «un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo». Es el requisito necesario para la «construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad», para «el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común» (ibíd., 220-221).
Así como María fue a la casa de Isabel, como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas, buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide, condena. Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro para mostrar los nuevos caminos a transitar.
Reavivemos entonces nuestro llamado vocacional, hagámoslo bajo este magnífico templo dedicado a María, y que nuestro "sí" comprometido proclame las grandezas del Señor, alegre el espíritu de nuestro pueblo en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc 1,46-47). Y llene de esperanza, paz y reconciliación a vuestro país, a nuestro querido Mozambique.
Os pido que, por favor, recéis y hagáis rezar por mí.
Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide.
Gracias.
Dona a ACI Prensa
Si decides ayudarnos, ten la certeza que te lo agradeceremos de corazón.
Donar