VATICANO,
Enclavada en la isla Tiberina, uno de los lugares con más historia de la ciudad de Roma, la Basílica de San Bartolomé custodia la tumba de este Apóstol que murió mártir, desollado, a manos de los persas.
La isla Tiberina, en medio del río Tíber, acoge hoy dos iglesias y dos hospitales. Sin embargo, en la época de la antigua Roma era un lugar sagrado para los paganos estrechamente relacionado con las ciencias curativas.
La leyenda señala que en el año 292 a.C. una peste asoló la ciudad de Roma. Los sacerdotes paganos afirmaron entonces que para detener la epidemia debían erigir una estatua al dios de la medicina Esculapio y las autoridades romanas mandaron traer la estatua de la ciudad griega de Epidauro.
Cuando la embarcación que traía la estatua a Roma, remontando el río Tíber, llegó a la altura de la isla, considerada hasta entonces lugar de mala suerte, una serpiente cayó de la nave y fue nadando hasta la isla.
Los sacerdotes paganos consideraron este hecho como un augurio y decidieron situar la estatua en ese lugar y dedicarle un templo en la isla a Esculapio. Además, construyeron alrededor de la isla un muro en travertino con forma de nave de barco, en recuerdo del augurio de la serpiente, construcción de la que se conserva un pequeño trozo en una de las riberas de la isla.
Desde entonces, la isla pasó de ser un lugar maldito para los romanos a un punto de peregrinación por los supuestos poderes curativos de la isla. Los dos hospitales de la actualidad son una herencia de la relación de la isla Tiberina con la medicina.