Primero cita la carta de San Pablo a Timoteo enfatizando la moderación en la vestimenta: “Que las mujeres sepan revestirse de gracia y buen juicio, en vez de adornarse con peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos caros. Que se adornen más bien con buenas obras, como corresponde a mujeres que se tienen por piadosas” (1 Timoteo 2: 9-10).
Cuando una mujer está casada, es modesto y correcto que se vista para mostrarle a su esposo su amor por él y su cercanía. De la misma forma, el esposo debe vestirse de manera que complazca a su esposa; de lo contrario, estaría siendo inmodesto.
San Francisco de Sales comparte esta opinión y añade: "La esposa puede adornarse para complacer a su esposo, y es lícito que las doncellas deseen agradar a los ojos de sus amigos". (Vida devota, III.25)
En ese sentido, Santo Tomás también habla sobre mujeres solteras y termina con un punto sobre los hombres: “Pero aquellas mujeres que no tienen esposo ni desean tener uno, o que están en un estado de vida inconsistente con el matrimonio, no pueden, sin cometer pecado, desear dar placer lujurioso a los hombres que las ven, porque esto es incitarlos al pecado. Y si de hecho se adornan con esta intención de provocar a otros a la lujuria, pecan mortalmente; mientras que si lo hacen por frivolidad o por vanidad en aras de la ostentación, no siempre es mortal, sino a veces venial. Y lo mismo se aplica a los hombres a este respecto”. (ST, II-II, P. 169, Art. 2)
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San Alfonso María de Ligorio
La intención importa. Ciertamente es pecaminoso inducir a lujuria a alguien o desear darle placer lujurioso a otra persona. Aquí es donde los hombres y las mujeres deben tener cuidado con el vestido.
San Alfonso María de Ligorio analiza esta idea más específicamente que Santo Tomás, especialmente en lo que respecta a cómo la costumbre local en el vestido cambia lo que uno podría considerar un vestido modesto. San Alfonso habla de la moralidad de una mujer que “se adorna a sí misma” y “descubre sus senos”, lo cual era una moda en su época. Explica que si una mujer se viste de acuerdo con la costumbre local y no conoce a nadie en particular a quien pueda llevar a la lujuria, y además no tiene intención de llevar a nadie a desear la forma en que se viste, entonces no está pecando.
“Una mujer piensa que algunas personas en general se escandalizarán por ella, pero no cree que alguien en particular se escandalice por ella, y no tiene la intención de incitar a la lujuria, ni estaría complacida por su lujuria (aunque ella estaría contenta de ser elogiada por ser hermosa), entonces no está obligada a abstenerse de la ornamentación, incluso la ornamentación superflua, como el maquillaje o descubrir sus senos si esa es la costumbre local, y no sería un pecado mortal para ella realizar esto. Sin embargo, es un pecado mortal si el descubrimiento de los senos o la ornamentación eran vergonzosos en sí mismos y estaban dirigidos a provocar lujuria. (Teología moral, Libro 2, Tratado 3, Sobre la caridad, Capítulo 2. 55)
Tenemos que ver si estas formas de vestir se ajustan a nuestras costumbres locales y cuáles son nuestras intenciones al usarlas. De la misma manera, los hombres y las mujeres también deben evaluar el creciente descuido en la vestimenta, y si esa costumbre es apropiada o adecuada para la comprensión de la modestia de las tradiciones católicas.
Es casi imposible establecer reglas duras y rápidas sobre lo que es modesto cuando las costumbres y circunstancias locales siempre están en constante cambio. Pero una aplicación razonada de todos estos principios a cada situación debería ayudar a uno a tomar una decisión moral sobre qué ponerse.