Aparte de la eliminación de Noriega y Melina, preocupa que se hayan quitado los cursos a casi todos los profesores polacos (Kupkcak, Kwiatkowski, Grygiel). Enseñaban cursos como expertos en K.Wojtyla / Juan Pablo II, que trataban precisamente de sus escritos, su espiritualidad familiar, su filosofía. ¿Qué cursos se ofrecerán ahora para profundizar en la herencia de san Juan Pablo II? Y, además, al no pedir a la profesora Maria Luisa di Pietro sus varios cursos, desaparece la principal representante de la aportación del cardenal Sgreccia, el cual fue profesor en el Instituto, muy apreciado por Juan Pablo II, y gran pionero de la bioética. Por último, si consulta el plan de estudios, verá que también la Antropología filosófica del amor humano, tan importante para Wojtyla, aunque existe bajo una cátedra (la que correspondería al profesor Kampowski), ostenta solo la mitad de créditos que las asignaturas de las otras cátedras.
Circulan luego rumores de que vendrá a enseñar el profesor Maurizio Chiodi, quien se abre a la licitud de la contracepción y acepta como "bien posible" en algunas situaciones los actos homosexuales. Si se promoviera a nuevos profesores estables en la misma línea (sin seguir los procedimientos normales, alegando una "urgencia" para la que no se dan motivos") se crearía una tensión grande dentro del Instituto. Con los poderes que ahora tiene el Gran canciller, y las intenciones que revela al prescindir de Melina y Noriega, será cuestión de tiempo el reemplazo del cuerpo docente con otro ajeno a la visión de san Juan Pablo II. Pues para el gran Papa polaco en el centro estaba siempre la fidelidad de la Iglesia a la carne de Cristo, que asume en sí el proyecto del Creador, y de este modo puede curar y sanar las heridas y fragilidades del hombre.
Mons. Sequeri ha sugerido en una entrevista con Vatican News que las preocupaciones sobre el método utilizado para aplicar los cambios en el Instituto fundamentalmente provienen de fuera del instituto ¿Es correcto esto? ¿Cuál es el sentir de los profesores, alumnos y exalumnos sobre los cambios actuales?
Sobre el sentir de los estudiantes, es conocida la carta que han publicado. Están dolidos sobre todo por los dos profesores a los que no se les renueva la cátedra. Eran estimados como grandes pedagogos, siempre disponibles y de gran visión. Especialmente Mons. Melina, en sus años de presidente, ha creado en el Instituto un ambiente de familia, de búsqueda de la verdad en la comunión, que ha abierto horizontes a los estudiantes y ha comunicado pasión por llevar el Evangelio a las familias, incluyendo a aquellas con más dificultades.
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Los alumnos han detectado los problemas serios de los que le he hablado. Con su acción común, respetuosa y valiente, nuestros estudiantes dan testimonio de su aprecio por el Instituto, porque han encontrado una comunión de profesores y alumnos donde se planteaban las grandes preguntas y se podía buscar la verdad del amor. Así, se les han abierto horizontes de grandeza y una vía fecunda en su ministerio pastoral con las familias. La carta se explica por sí sola e incluye las razones de su miedo a que no se conserve la identidad que san Juan Pablo II quiso dar al Instituto por él fundado y encomendado a la protección de la Virgen de Fátima.
Los profesores están también muy dolidos por la expulsión de nuestros colegas. Al profesor Grygiel le han dicho que continuará en la cátedra Wojtyla, pero a la vez le han privado de sus clases, es decir, de su presencia continua en el Instituto y en el consejo de profesores. Lo mismo sucede con la profesora Monika Grygiel, muy apreciada por los estudiantes, que estaba promoviendo iniciativas para formar a los sacerdotes en la ayuda psicológica a las familias, especialmente con dificultades. Y otras personas de gran valor y muy queridas por el cuerpo docente tampoco enseñarán el año próximo, cuando ya tenían los cursos preparados y el tiempo reservado desde que se les invitó en marzo a ofrecer cursos.
En una carta a Mons. Sequeri y al Arzobispo Vincenzo Paglia, un grupo de alumnos sostiene que los actuales cambios representan una peligrosa concesión a las tendencias predominantes en el mundo académico secular ¿Ud. cree que la identidad eclesial del Instituto, como lo había concebido originalmente San Juan Pablo II, está en riesgo?
Por los motivos que le he dicho, me parece que sí. Me parece que la identidad del Instituto está gravemente amenazada, por eso es necesario presentar, con respeto pero con claridad, las dificultades objetivas de este cambio y avisar del peligro para la misión originaria del Instituto, que el Papa Francisco ha dicho claramente que quiere preservar, no solo como algo del pasado, sino precisamente porque en ella hay una fuente de novedad y de camino para la Iglesia y su acompañamiento a las familias.
¿Es todavía posible una expansión del Instituto de una manera más constructiva y colaborativa? ¿Qué pasos tendrían que darse, en su opinión, para renovar el instituto según el deseo del Papa Francisco, pero considerando las inquietudes presentadas?
Durante tres años hemos trabajado en esa línea con Mons. Sequeri. Él podrá testimoniar que ha sido una relación cordial y fructuosa. Hemos encontrado lugar para novedades que respetaban la misión del Instituto, para una fecundidad nueva que recogía la herencia de nuestro fundador y la rica tradición católica. Numerosas veces Mons. Sequeri me ha asegurado que no teníamos que temer ante los rumores de despidos. Y que se respetaría la labor colegial de los profesores.