VATICANO,
El el sexto aniversario de su visita a Lampedusa, el Papa Francisco celebró una Misa "privada" en la Basílica de San Pedro del Vaticano a la que pudieron asistir solamente 250 invitados, entre ellos, Obispos que concelebraron con el Santo Padre y numerosos asistentes sociales y voluntarios que trabajan en la Iglesia a favor de los migrantes y refugiados.
"En este sexto aniversario de mi visita a Lampedusa, pienso en los "últimos" que todos los días claman al Señor, pidiendo ser liberados de los males que los afligen. Son los últimos engañados y abandonados para morir en el desierto; son los últimos torturados, maltratados y violados en los campos de detención; son los últimos que desafían las olas de un mar despiadado; son los últimos dejados en campos de una acogida que es demasiado larga para ser llamada temporal. Son solo algunos de los últimos que Jesús nos pide que amemos y ayudemos a levantarse", exclamó el Pontífice durante su homilía.
Sin embargo, el Papa Francisco añadió que "desafortunadamente, las periferias existenciales de nuestras ciudades están densamente pobladas por personas descartadas, marginadas, oprimidas, discriminadas, abusadas, explotadas, abandonadas, pobres y sufrientes".
Por ello, el Santo Padre lanzó un llamado a todos los fieles católicos "en el espíritu de las Bienaventuranzas, estamos llamados a consolarlas en sus aflicciones y a ofrecerles misericordia; a saciar su hambre y sed de justicia; a que sientan la paternidad premurosa de Dios; a mostrarles el camino al Reino de los Cielos".
"¡Son personas, no se trata solo de cuestiones sociales o migratorias! "No se trata solo de migrantes", en el doble sentido de que los migrantes son antes que nada seres humanos, y que hoy son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada", destacó el Papa.