REDACCION CENTRAL,
Los Apóstoles acompañaron a Jesús durante tres años, en los que cultivaron una amistad personal con Él, siendo bendecidos sin medida. Por ello la pérdida más terrible de sus vidas ocurrió el Viernes Santo, cuando Jesús murió en la Cruz.
Sin embargo, tal como recuerda un blog publicado por el escritor Jhon Clark en el National Catholic Register, en dos de sus sermones sobre la Ascensión del Señor, el Papa León Magno comentó que la Ascensión fue un momento de alegría, y no de tristeza, para los Apóstoles.
"Y, por lo tanto, los Apóstoles más bendecidos y todos los discípulos, que se habían sentido desconcertados por su muerte en la Cruz y no tan dispuestos a creer en su Resurrección, se vieron tan fortalecidos por la claridad de la verdad, que cuando el Señor entró en las alturas del cielo, la tristeza no los afectó, e incluso se llenaron de una gran alegría", afirmó el Papa.
Como se recuerda, en aquellos días los Apóstoles -con excepción de Juan-, se habían visto obligados a reflexionar sobre el hecho de que no habían estado presentes durante la Pasión y Crucifixión del Señor.
Por ello anhelaban volver a ver a Jesús y caer a sus pies para pedir el perdón de su Amigo. Tuvieron la oportunidad.
Jesús resucitó de entre los muertos y luego se les apareció. Y podemos pensar que en esos días posteriores a la Resurrección su amor y su afecto por Cristo fueron más fuertes que nunca.