RABAT,
El Papa Francisco realizó en Marruecos un llamado a superar las desconfianzas y divisiones entre pueblos y animó a hacer un ejercicio de misericordia como hijos de Dios.
En la homilía pronunciada en la Misa celebrada en Rabat, el Santo Padre recurrió a la parábola del hijo pródigo, en la que el padre acude al encuentro de sus dos hijos: primero, al encuentro de aquel que había abandonado el hogar y regresa arrepentido. En segundo lugar, acude al encuentro de su otro hijo y lo invita a participar en la fiesta por el regreso del primero.
Sin embargo, "al hijo mayor parece que no le gustaban las fiestas de bienvenida, le costaba soportar la alegría del padre, no reconoce el regreso de su hermano: 'ese hijo tuyo', afirmó. Para él su hermano sigue perdido, porque lo había perdido ya en su corazón".
"En su incapacidad de participar de la fiesta", explicó el Santo Padre, "no sólo no reconoce a su hermano, sino que tampoco reconoce a su padre. Prefiere la orfandad a la fraternidad, el aislamiento al encuentro, la amargura a la fiesta".
"No sólo le cuesta entender y perdonar a su hermano, tampoco puede aceptar tener un padre capaz de perdonar, dispuesto a esperar y velar para que ninguno quede afuera, en definitiva, un padre capaz de sentir compasión".
Esa tensión entre hermanos tiene su reflejo en la tensión entre pueblos y comunidades, "una tensión que desde Caín y Abel nos habita y que estamos invitados a mirar de frente".