Del mismo modo, la grave crisis migratoria que hoy estamos afrontando es una llamada urgente para que todos busquemos los medios concretos para erradicar las causas que obligan a tantas personas a dejar su país, su familia, y a encontrarse frecuentemente marginadas, rechazadas. Desde este punto de vista, el pasado mes de diciembre, aquí en Marruecos, la Conferencia intergubernamental sobre el Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular aprobó un documento que quiere ser un punto de referencia para toda la comunidad internacional.
Al mismo tiempo, es verdad que aún queda mucho por hacer, sobre todo porque es necesario pasar de los compromisos contraídos con ese documento, al menos a nivel moral, a acciones concretas y, en especial, a un cambio de disposición hacia los migrantes, que los afirme como personas, no como números, que reconozca sus derechos y su dignidad en los hechos y en las decisiones políticas. Ustedes saben cuánto me preocupa la suerte, a menudo terrible, de estas personas que en gran parte no dejarían sus países si no estuvieran obligadas a hacerlo.
Espero que Marruecos, que con gran disponibilidad y exquisita hospitalidad acogió esa Conferencia, quiera continuar siendo, en la comunidad internacional, un ejemplo de humanidad para los migrantes y los refugiados, de manera que puedan ser, aquí, como en cualquier otro lugar, acogidos y protegidos con humanidad, se promueva su situación y sean integrados con dignidad. Que, cuando las condiciones lo permitan, puedan decidir regresar a casa en condiciones de seguridad, que respeten su dignidad y sus derechos.
Se trata de un fenómeno que nunca encontrará una solución en la construcción de barreras, en la difusión del miedo al otro o en la negación de asistencia a cuantos aspiran a una legítima mejora para sí mismos y para sus familias. Sabemos también que la consolidación de una paz verdadera pasa a través de la búsqueda de justicia social, indispensable para corregir los desequilibrios económicos y los desórdenes políticos que han sido siempre los principales factores de tensión y de amenaza para toda la humanidad.
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Majestad y honorables autoridades, queridos amigos: Los cristianos se alegran por el lugar que les han hecho en la sociedad marroquí. Ellos quieren contribuir en la edificación de una nación solidaria y próspera, teniendo como preocupación el bien común del pueblo. Desde este punto de vista, me parece significativo el compromiso de la Iglesia Católica en Marruecos, en sus obras sociales y en el campo de la educación a través de sus escuelas abiertas a los estudiantes de cualquier confesión, religión y origen. Por eso, mientras doy gracias a Dios por el camino realizado, permitidme animar a los católicos y cristianos a ser aquí, en Marruecos, servidores, promotores y defensores de la fraternidad humana.
Majestad, distinguidas autoridades, queridos amigos: les agradezco una vez más, así como a todo el pueblo marroquí, su acogida tan calurosa y su cortés atención. ¡Shukran bi-saf! El Omnipotente, clemente y misericordioso, proteja y bendiga a Marruecos. Gracias.
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