Además recordó que el ejemplo y el final de la vida del nuevo beato no debe suscitar "un mero sentimiento de admiración, no es un héroe, un personaje de una época lejana", sino que sus palabras y sus gestos "nos hablan y nos impulsan a ir configurándonos más planamente a Cristo" para poder "ofrecer a la sociedad actual un testimonio de nuestro amor y compromiso por Dios y los hermanos".
"Con su existencia y el testimonio de su muerte nos enseña que la auténtica felicidad se encuentra en la escucha del Señor y en poner en práctica su palabra", aseguró el Cardenal y recordó que "el servicio más precioso que podemos prestar hoy a nuestros hermanos es ayudarles a encontrar a Cristo".
También animó a que "el ejemplo de santidad del nuevo beato nos dé abundantes frutos de vida cristiana, un amor que venza a la tibieza, un entusiasmo que estimule la esperanza, un respeto que de acogida a la verdad y una generosidad que abra el corazón a las necesidades de los mas pobres del mundo".
Breve biografía
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Mariano Mullerat nació en la localidad de Santa Coloma de Queralt, en la diócesis de Tarragona en 1897. Estudió medicina en la Universidad de Barcelona y se "distinguió por su aplicación y por la profesión y defensa de la fe".
Se casó en 1922 con Dolors Sans i Bové, en la localidad de la Arbeca, provincia de Lérida perteneciente a la Diócesis de Tarragona. Tuvo cinco hijas, ejerció como médico en los pueblos cercanos, se inscribió en el Apostolado de la Oración y animaba a los enfermos graves a recibir los sacramentos, asistía a los pobres gratis e incluso los ayudaba con medios materiales.
Fundó y dirigió un periódico local en catalán "L'Escut" y fue elegido alcalde de Arbeca en 1924 y hasta 1939. Su elección no estuvo motivada por la pertenencia a partidos políticos, sino por el respeto y prestigio que tenía entre los habitantes.
En 1921 se proclamó la Segunda República. Mullerat era consciente del peligro que corría por el catolicismo que profesaba en el ámbito personal y profesional. Por eso, según recoge su biografía oficial, "se fue preparando para lo que presentía que le iba a ocurrir, y ya desatada la persecución, arriesgó la vida y se mantuvo generosamente al lado de sus enfermos".
Además pidió a su esposa que perdonara a los perseguidores como él los perdonaba. Milicianos del bando republicano ingresaron con violencia a su casa y, antes de obligarlo a salir, arrojaron por el balcón objetos religiosos y les prendieron fuego.
Luego, mientras Mullerat estaba retenido, los milicianos volvieron a la vivienda y obligaron a su esposa y a su suegro a que quemaran todas las imágenes religiosas que quedaban.