El 19 de marzo de 1961, el Papa San Juan XXIII, conocido cariñosamente como el ‘Papa Bueno’, anunció a través de L’Osservatore Romano—el diario del Vaticano—la publicación de una carta apostólica dedicada a San José. En este documento, el Santo Padre encomendó a San José la protección y guía del Concilio Vaticano II, considerado uno de los acontecimientos de la Iglesia Católica más importantes en la historia contemporánea.
Este encuentro fue inaugurado en 1962 por San Juan XXIII y clausurado en 1965 por San Pablo VI. Como resultado, se realizó un cuerpo de doctrina que busca promover la fe católica en el mundo, renovar la vida cristiana, adaptar la liturgia y alentar la acción de los laicos en la vida de la Iglesia.
En un artículo publicado el 18 de marzo en LOR, se señala que para San Juan XXIII el Concilio requería “luces de verdad y de gracia, disciplina de estudio y silencio” en cuanto al aspecto humano, pero también la ayuda divina que debía ser invocada por los fieles “con una cooperación viva de oración”.
LOR también refiere que el Papa Bueno consideraba a San José como “el mejor maestro y patrono de los diplomáticos de la Santa Sede”, porque sabía obedecer y, cuando era necesario hablar, lo hacía con mesura y garbo, características propias de un diplomático.
El diario del Vaticano indica que esto se lo dijo el Papa al entonces Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Gasparri, cuando supo que había sido designado Visitador Apostólico de Bulgaria y que sería ordenado obispo, hecho que ocurrió en la fiesta de San José, el 19 de marzo de 1925, cuando tenía 43 años.
En la carta que publicó en 1962, ya como Sumo Pontífice, San Juan XXIII destacó la devoción a San José de sus predecesores: Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia, Pío XI se refirió al Santo Custodio como defensor de las naciones cristianas contra el ateísmo mundial; y Pío XII estableció el 1 de mayo como la fiesta de San José Obrero.