16 de noviembre de 2024 Donar
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Proclamados beatos en Oviedo 9 seminaristas mártires de la Guerra Civil Española

Ceremonia de Beatificación de los 9 mártires de la Guerra Civil. Foto: Diócesis de Oviedo

La Iglesia en España ya cuenta con 9 nuevos beatos mártires de la Guerra Civil Española (1936-1939). Se trata de Ángel Cuartas Cristóbal y 8 compañeros del seminario de Oviedo asesinados por milicianos de izquierdas.

En una ceremonia celebrada en la catedral de la ciudad asturiana de Oviedo por el Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Becciu, se destacó el testimonio de fe dado por estos 9 seminaristas asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa entre los años 1934 y 1937. El mayor de estos mártires tenía 25 años y el más joven 18.

En su homilía, el Cardenal destacó el testimonio ofrecido por los 9 aspirantes a sacerdotes, que decidieron entregar sus vidas a Cristo antes que renunciar a su vocación y misión. En este sentido, aseguró que su ejemplo es válido para los sacerdotes de hoy.

"Necesitamos sacerdotes, personas consagradas, pastores generosos, como estos mártires de Oviedo. Necesitamos sacerdotes honestos e irreprensibles que lleven las almas a Dios y no causen sufrimiento a la Iglesia ni turbación al pueblo de Dios", afirmó.

 El Cardenal Becciu destacó que los mártires asturianos "no dudaron en confesar su amor por Cristo, subiendo con él a la cruz, en la ofrenda extrema de sus jóvenes vidas. Unidos por el mismo testimonio de fe en Jesús, los nuevos Beatos fueron víctimas de la misma violencia feroz marcada por una acalorada hostilidad anticatólica, que tenía como objetivo la eliminación de la Iglesia y en particular del clero".

Recordó que "para sus perseguidores y asesinos, fue suficiente identificarlos como seminaristas para descargar sobre ellos su crueldad criminal, impulsados por el odio visceral contra la Iglesia y contra el cristianismo".

"Estos nueve jóvenes, seminaristas de la Archidiócesis de Oviedo, estaban convencidos de su vocación al sacerdocio ministerial, comprometidos sinceramente en un camino formativo para convertirse en fieles servidores del Evangelio. Entusiastas, cordiales y devotos, se dedicaron por completo al estilo de vida del Seminario, hecho de oración, de estudio, del compartir fraterno, de compromiso apostólico".

También subrayó que "siempre se mostraron decididos a seguir la llamada de Jesús, a pesar del clima de intolerancia religiosa, siendo conscientes de las insidias y de los peligros a los que se enfrentarían. Supieron perseverar con particular fortaleza hasta el último instante de sus vidas, sin negar su identidad de clérigos en formación".

También recordó que durante la Guerra Civil Española "la afirmación de la condición de ser clérigos equivalía a una sentencia de muerte, que podía ejecutarse inmediatamente o ser retrasada, si bien no había ninguna duda sobre el destino que esperaba a los seminaristas una vez que habían sido identificados".

Por lo tanto, "cada uno de ellos, conscientemente, ofreció su vida por Cristo en las circunstancias trágicas ocurridas durante la persecución religiosa de los años Treinta del siglo pasado".

"En el momento de la terrible amenaza de los torturadores provistos de medios de opresión, ellos se refugiaron en Dios. Y suplicaron: 'Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día [...], levanto mi alma hacia ti' (vv.3-4), como queriendo decir: la prepotencia despiadada no prevalecerá sobre nosotros, porque Tú eres la fuente de nuestra fortaleza en el momento de la desesperación y de la debilidad".

El Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos recordó las palabras del Salmo: "Salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti". Con esas palabras, aseguró el Cardenal en la homilía, "rezaron nuestros Beatos en la hora del martirio, cuando fueron exterminados sin piedad. Ellos no salvaron la vida temporal. Hallaron la muerte. Entregaron la vida terrenal, para obtener la vida verdadera y eterna con Cristo".

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"La muerte significa un nuevo comienzo de esta vida, que proviene de Dios, y de la que nosotros participamos por medio de Cristo, a través de su muerte y resurrección. Los nueve seminaristas perecieron; sus jóvenes cuerpos permanecen sin vida".

Por ese motivo, "estos jóvenes aspirantes al sacerdocio, capturados y presa de la furia asesina revolucionaria anticristiana, están a salvo, están en manos de Dios que los guiará por los caminos de la vida y hará que su luz brille en las tinieblas".

Los testimonios de los 9 seminaristas "son de gran actualidad: ellos no huyeron ante las dificultades, sino que eligieron la fidelidad a Cristo. El mensaje de estos seminaristas mártires habla a España y habla a Europa con sus comunes raíces cristianas. Ellos nos recuerdan que el amor por Cristo prevalece sobre cualquier otra opción y que la coherencia de vida puede llevar incluso a la muerte. Nos recuerdan que no podemos aceptar componendas con nuestra propia conciencia y que no hay autoridad humana que pueda competir con la primacía de Dios".

"Con la santidad de sus vidas, los nuevos Beatos hablan sobre todo a la Iglesia de hoy. Ellos, con su sangre, han engrandecido a la Iglesia y han dado esplendor al sacerdocio".

El Cardenal concluyó su homilía asegurando que "los nuevos Beatos, con su mensaje y su martirio, nos hablan a todos y nos recuerden que morir por la fe es un don que se concede solo a algunos; pero vivir la fe es una llamada que se dirige a todos".

 

 

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