Tras la noticia de la muerte de Ángel, el P. César Valdivia de la Parroquia San Ricardo en el distrito de La Victoria compartió un sentido testimonio sobre el joven.
"Esta vez me tocó ver el trabajo de otros, conocí un fruto bueno, un joven, recibí una cosecha. Tú lo conoces, era Ángel, tu discípulo, tu pequeño, nuestro pequeño. Tú me comprendes. Siempre lo seguí con la mirada y mis oraciones. Conversaba con él. Estuve cerca por si me necesitaba. Le sacaba brillo como cuando uno encuentra una manzana en el mercado y la quiere todavía mejorar más. Era mi labor sumarle más perfección", escribió el sacerdote en su cuenta de Facebook.
"Alumno notable, compañero generoso, cristiano servicial, acólito, catequista de Primera Comunión. Que, según me dijo un día, quería dedicar su vida a 'enseñar la fe a los demás'. Yo le creí, y refresqué mi piedad. Tú Jesús permitiste que le cayera una bala fruto de la violencia callejera, y te lo llevaste. Sus órganos todavía vivos fueron donados, fruto de su generosa voluntad. Un fruto maduro, listo para la cosecha", prosiguió el sacerdote.
"Antes pensaba Señor que la siembra era la más ardua, la que más cuesta, pero no siempre es así. A veces cuando vienes de pronto a cosechar a tus hijos que ya están listos es difícil. Nosotros los sembradores, los trabajadores de la viña, nos quedamos en una pieza. Hoy he aprendido a sufrir en la cosecha. Pensé que las cosechas solo daban alegría. Me equivoqué. Gracias Señor por seguirme enseñando, y te pido con sencillez que recibas a Ángel en tu gloria. Diste la vida por él en la Cruz, no lo olvides", concluyó.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece en el número 2296 el criterio moral para la adecuada donación y trasplante de órganos: "El trasplante de órganos es conforme a la ley moral si los daños y los riesgos físicos y psíquicos que padece el donante son proporcionados al bien que se busca para el destinatario. La donación de órganos después de la muerte es un acto noble y meritorio, que debe ser alentado como manifestación de solidaridad generosa".
"Es moralmente inadmisible si el donante o sus legítimos representantes no han dado su explícito consentimiento. Además, no se puede admitir moralmente la mutilación que deja inválido, o provocar directamente la muerte, aunque se haga para retrasar la muerte de otras personas".