Y también han tenido que vivir momentos duros que les exigió alguno que otro sacrificio. Como nos decías, Bartosz, uno también experimenta las propias debilidades. Lo bueno es que estas debilidades no te detuvieron en tu entrega ni se volvieron lo central y lo más importante. Las experimentaste en el servicio, sí; intentando entender y servir a los otros voluntarios y peregrinos, sí; pero tuviste la valentía de que esto no te frenara, no te paralizara, seguiste adelante. Que nuestros límites y nuestras debilidades no nos paralicen, seguir adelante con nuestros defectos, ya los corregiremos, con nuestras debilidades, pero seguir adelante.
Así es la belleza de sabernos enviados, la alegría de saber que por encima de todos los inconvenientes tenemos una misión que llevar adelante. No dejar que las limitaciones, las debilidades e incluso los pecados nos frenen e impidan vivir la misión, porque Dios nos invita a hacer lo que podamos y a pedir lo que no podemos, sabiendo que su amor nos va tomando y transformando de manera progresiva (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 49-50). No se asusten si ven sus debilidades, no se asusten incluso si ven sus pecados. Se levantan y sigue adelante, vayan adelante con lo que tengan encima que Dios sabe perdonar todas las cosas. Aprendamos de tantos que como Bartosz pusieron el servicio y la misión en primer lugar, el resto viene por añadidura.
Gracias a todos, porque en estos días han estado atentos y pendientes hasta de los más pequeños, los más cotidianos y hasta los más aparentemente insignificantes detalles, como ofrecer un vaso de agua, y ―a la vez― atendieron las cosas más grandes que requerían mucha planificación. Han preparado cada detalle con alegría, creatividad y compromiso, y con mucha oración. Porque las cosas rezadas se sienten y se viven con hondura. La oración le da espesura, le da vitalidad a todo lo que hacemos. Rezando descubrimos que somos parte de una familia más grande de lo que podemos ver e imaginar. Rezando le "abrimos la jugada" a la Iglesia que nos sostiene y acompaña desde el cielo, a los santos y santas que nos han marcado el camino, pero sobre todo, rezando "le abrimos la jugada" a Dios para que Él pueda actuar y pueda entrar y pueda vencer.
Ustedes han querido dedicar su tiempo, su energía, recursos, a soñar y armar este encuentro. Podrían perfectamente haber optado por otras cosas, ustedes quisieron comprometerse. Esa palabra que la quieren borrar "compromiso". Eso los hace crecer, eso los agiganta.
Dar lo mejor de sí para hacer posible el milagro de la multiplicación no solo de los panes sino de la esperanza y ustedes dan lo mejor de sí, comprometiéndose hacen el milagro de la multiplicación de la esperanza. Necesitamos multiplicar la esperanza.
Y en esto demuestran una vez más, que es posible renunciar a los propios intereses en favor de los demás. Como también hiciste vos, Stella Maris, y cuando lo leí sentí algo como ganas de llorar. Renunciaste a tus intereses, habías juntado pesito a pesito para poder participar en la JMJ en Cracovia, pero renunciaste para cubrir el sufragio de tus tres abuelos.