Nuestro planeta, nuestra casa, no puede ser víctima de la indiferencia ni de la autosuficiencia humana.
Oración
Señor Jesús, te rogamos que nos hagas justos, que nos des sabiduría para encontrar la huella de Dios en toda su obra. Por la intercesión de, Nuestra Señora de los Ángeles, desde Costa Rica, recuérdanos que Tu, condenado a muerte injusta, eres el Señor de todo. Y con Ella podamos decirte: Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Sexta estación: Jesús es flagelado y coronado de espinas.
Reflexión
En el evangelio de San Marcos se nos cuenta la iniquidad de la burla en la que Jesús fue sometido a afrentas espantosas. La Flagelación y la Corona de Espinas siguen punzando con crueldad el rostro y el cuerpo de Jesús. Jesús ha querido que le encontremos en el dolor de los migrantes y en la angustia de los refugiados. Él mismo lo fue en su infancia en Egipto, Él mismo sintió los pasos de quienes ayer y también hoy, persiguen con brutalidad a quienes, no sólo lo han perdido todo, sino que también sienten cómo se cierran fronteras y puertas, cómo las líneas que limitan los países se están coronando de espinas punzantes que amenazan, desprecian y rechazan a tantos hermanos.
Oración
Señor Jesús, que sigues caminando por el mundo en tantos desterrados, que nos recuerdan tu presencia, haz que sepamos acogerte con amor. Que, desde Venezuela, la intercesión de la Virgen de Coromoto, la que ha caminado junto al corazón palpitante de tantos migrantes y refugiados, nos ayude a ver tu rostro en estos hermanos y a cuidar, sanar y llenar de esperanza el corazón flagelado y coronado de espinas de los muchos que han perdido hasta la patria.
Séptima estación: Jesús carga con la cruz.
Reflexión
San Juan Pablo II nos regaló en la Cruz Peregrina de las Jornadas de la Juventud una bandera de esperanza. En nuestro camino de la Cruz este madero santo, que los jóvenes del mundo han llevado a tantos lugares, identifica la vida que se ofrece, mientras se nos invita a unir a la cruz todos los dolores del mundo, todas las cruces que hombres y mujeres llevamos; las cruces de tantas tragedias, la cruz que representa los inmensos dolores de las víctimas, de las violencias, de los desastres, de tantas y dolorosas señales de muerte y de soledad.
En el camino al Calvario, que es el camino de la fe, llevar la cruz sea signo de compromiso y de entrega amorosa.
Oración
Señor Jesús Cargado con la Cruz, te pedimos nos ayudes a que nuestra opción sean los pobres, los débiles, los sufrientes, los excluidos y los marginados. Regálanos tu unción que nos lleve a tomar actitudes coherentes frente a la realidad, denunciando proféticamente las situaciones de injusticia que viven los niños y los jóvenes en nuestros países de América Latina y el Caribe.
Que la intercesión de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, venerada con tanto amor en Haití, nos enseñe a recoger con amor el clamor de tanos sufrimientos y nos enseñe el saludable camino del perdón y de la reconciliación, de la solidaridad fraterna que acude presurosa a todo dolor humano.
Octava estación: Jesús es ayudado por el Cireneo.
Reflexión
Los jóvenes saben de solidaridad, de compasión, de vida compartida, de encuentros que tienden puentes y abren caminos para la fraternidad. En el camino hacia la victoria de Jesús, que ahora recorremos, Simón de Cirene nos representa, nos convoca, nos estimula para que todas las iniciativas que generan fraternidad y solidaridad, tengan en esta estación una motivación segura.
Muchísimas veces se nos ha dicho que los jóvenes somos la esperanza: pare ello hemos de lograr que esta virtud florezca en nuestras vidas, sea nuestra señal de identidad y el modo de hacer presencia en un mundo sin amor y sin alegría.
Oración
Señor Jesús: Consuela y anima, a tantos jóvenes en el mundo, que se sienten derrotados por falta de amor y falta de oportunidades. Por la intercesión de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, Concede a nuestros hermanos de todos los pueblos, un verdadero celo misionero irradiador de fe y de esperanza.
Novena estación: Jesús encuentra las mujeres de Jerusalén.
Reflexión
Las mujeres de Jerusalén tienen la virtud de ofrecernos el esplendor de la gracia y de las virtudes de las mujeres bíblicas que las antecedieron: Eva, Sara, Rebeca, Raquel, Judit, Esther, Noemí, Rut... De las que, como ellas, compartieron aquel tiempo de bendición junto a Jesús: Isabel, María de Magdala, Salomé; de las que en la historia de la fe han sido estrellas luminosas en el camino de la Iglesia: Madres, Mártires, Doctoras, Fundadoras, Misioneras. Hoy siguen mostrando el rostro generoso, tierno, dulce que el mundo tantas veces desprecia e ignora.
Oración
Señor, te pedimos por todas las mujeres que sufren discriminación de género, desigualdad, prejuicio. Por aquellas que luchan en las tinieblas del abuso, de la pobreza, la soledad, la violencia, la trata, la esclavitud. Concédeles tu Espíritu, para que, con tu luz y tu fortaleza, digan Sí a una nueva vida.
Por la intercesión de Nuestra Señora de Altagracia Desde República Dominicana, te pedimos Señor que, la virgen fiel, la Mujer Gloriosa que es prototipo de toda mujer, nos recuerde el amor que tu prodigaste a las mujeres que encontraron en ti, Señor, el defensor de su dignidad.
Décima estación: Jesús es crucificado.
Reflexión
Desde el Madero de la Cruz, levantado sobre la cima del Calvario, Jesús es Señor. Su cuerpo, llagado de amores, se alza sobre toda la creación como la bandera de la esperanza, como la victoria generosa del amor, como la ofrenda que salva a la humanidad y restaura definitivamente los lazos de amor que el pecado había roto desde el origen mismo de la humanidad y que se evidencia en los Derechos Humanos tan profanados y tan mancillados en nuestra dolorosa historia, en la violencia y la venganza que destruye países y familias.
Oración
Regálanos, Señor, tu misericordia para ofrecer el perdón, para reencontrarnos como hermanos y superar las enemistades, renunciar a la venganza y abrirnos a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en una verdadera cultura del encuentro fraterno. Por la Intercesión de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, desde Colombia, regálanos, Señor, la verdadera paz, que brota de tu vida ofrecida con amor desde el trono de la cruz.
Undécima estación: Jesús promete su reino al Buen Ladrón.
Reflexión
Jesús en la cruz tiene la llave de la puerta del reino de la esperanza y puede abrir, para todos, el corazón misericordioso del Padre, en el que todos tenemos un lugar, en el que para todos hay amor y perdón.
El buen ladrón al final de su existencia reconoció que la mirada limpia y sincera de Jesús lavaba sus culpas, arrancaba de su alma las secuelas de una existencia dramática y llena de tristeza. En este mundo en el que la corrupción ha provocado tantas heridas y ha sacrificado la verdad, la palabra de Jesús nos llama a la conversión para construir el Reino y nos promete un Paraíso limpio y sereno, una paz transparente y gozosa, una vida nueva y llena de alegría.
Oración
Señor Jesús: ábrenos la puerta de tu corazón, haz que encontremos solo en ti la fuente de la verdad, el río de amor que purifica nuestra vida. Por intercesión de Nuestra Señora de la Divina Providencia, desde Puerto Rico, nos recuerde que Tú eres el único que puedes llevarnos al Puerto de la esperanza, a la vida verdadera, al reino de la alegría, a la santidad que vence el mal y da la vida eterna.
Decimosegunda estación: Jesús crucificado, la madre y el discípulo.
Reflexión
No se puede vivir sin madre. María, la Madre, nos regaló en Belén el fruto bendito de su vientre; siguió a su Hijo en silencio generoso y obediente: en Caná nos mostró el camino de la fidelidad y, finalmente, en el Calvario, junto la Cruz, según el Evangelio de San Juan, entendió que un joven que estaba allí sintetizaba a toda la humanidad que le fue confiada para que viera en Ella la Maestra fiel, la Madre providente, el Modelo perfectísimo de santidad y de vida.
Las Jornadas de la Juventud han estado siempre acompañadas por María. Ella se ha hecho madre de los discípulos y, eternamente joven, sigue cuidando con maternal bondad la fragilidad de la juventud, la necesidad de la ternura y de la bondad que defienda a los jóvenes de la furia del pecado y de la amargura de la soledad. La primera hora de la evangelización tuvo en la Madre su Pilar de apoyo y su presencia que abría caminos y corazones.
Oración
Oh Dios, que has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección.
Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y el amparo maternal de nuestro mundo, nos acogemos con confianza y amor. Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Decimotercera estación: Jesús muere en la cruz.
Reflexión
La muerte de Jesús en la cruz es al tiempo sacrificio, ofrenda, entrega, luz. Del costado del Salvador brota un río de luz y de vida. Su cuerpo traspasado retrata los dolores de todos los tiempos, de toda la historia, sus palabras son victoria, su silencio es grito de esperanza, su corazón abierto reina sereno y es llama de amor vivo que purifica, sana, redime y consuela.
En nuestro mundo el terrorismo ha destrozado muchas vidas, los asesinatos han roto muchos corazones. Jesús, muerto en la cruz, se hace voz de tantas víctimas para decirnos con qué amor debemos defender, respetar y cuidar la vida.
Oración
Señor Jesús, tu muerte nos da la vida. Por ello te presentamos, Señor, la vida de muchos jóvenes que atraviesan valles oscuros; jóvenes cuyas vidas están en peligro, jóvenes que son acosados violentamente.
Por la intercesión de María, La Virgen de Guadalupe, la que los mártires de México abrazaron con amor en sus suplicios, la que amó con ternura el joven mártir, San José Sánchez del Río, te pedimos, Señor de la vida, nos ayudes a ofrecer a los jóvenes la vida verdadera, la esperanza más firme, la alegría que vence el dolor y lo ilumina.
Decimocuarta estación: Jesús es sepultado.
Reflexión
La vida florece en el cuerpo de Jesús, que, ungido con el bálsamo de los reyes, envuelto en la sábana tejida por la clemencia y la misericordia, espera la aurora pascual para surgir victorioso.
Hay muchas tumbas, algunas labradas por el arte humano, otras abiertas en las entrañas de la tierra para recibir los despojos de tantos muertos, de tantas víctimas de la violencia y del desamor. Pero hay una tumba que clama al cielo y denuncia la terrible crueldad de la humanidad: es la tumba que se abre en el vientre de las madres del que se arranca la vida inocente. Es la tumba en la que yacen los nuevos Mártires Inocentes, las víctimas del Aborto, que, como los Niños de Belén, siguen lanzando al mundo el grito de su voz ahogada, el clamor de sus cuerpecitos destrozados, la honda tristeza de sus derechos mancillados, la suprema injusticia que les negó el derecho a vivir. Dios nos conceda humanizarnos de verdad, defender con firmeza la vida, hacer que las leyes que matan la vida inocente se borren para siempre.
Oración
Señor Jesús, haz que los jóvenes del mundo lideremos la opción por la vida, por la de los inocentes que reclaman su derecho a nacer y a vivir. Que la intercesión de la Purísima, la Inmaculada Concepción que reina en Nicaragua, nos enseñe el valor sagrado de la vida desde su concepción hasta su final natural, para que ninguno jamás labre sepulcros en el vientre sagrado de las madres.
De la Cruz a la luz.
Hay que convencer al mundo de una fe que transforma, de la esperanza que hace surgir la humanidad del dolor del pecado y de la muerte. Jesús vive, así lo cantamos, así lo gritamos, así lo seguiremos proclamando desde cada corazón rejuvenecido con el gozo pascual, iluminado por la gracia bautismal que se reactiva cuando se nos dice que, en el seno de la Iglesia, todos hemos renacido en Cristo, todos hemos sido regenerados.
Señor Jesús: haz de todos los jóvenes, misioneros de la verdad, testigos gozosos de tu cruz, de tu camino de vida, de tu palabra de Consuelo, de alegría, de esperanza. Que la intercesión de Santa María la Antigua, la evangelizadora, la que nos mostró por vez primera el rostro del Señor de la Esperanza, nos ayude desde Panamá a colmar el mundo con nuestra alegría luminosa que se llama misión y esperanza.
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