14 de noviembre de 2024 Donar
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Esta es la “más hermosa tradición sevillana” según su Obispo

Foto referencial. Foto: Pixabay

Mons. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla (España), escribió su carta pastoral semanal sobre la "más hermosa tradición sevillana", en la que habla sobre la devoción que esta archidiócesis tiene a la Inmaculada Concepción cuya festividad se celebra el 8 de diciembre.

Este dogma de fe que afirma que la Santísima Virgen "fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción" fue proclamado por el Beato Pío IX el 8 de diciembre de 1854.

Según explica Mons. Asenjo en su carta, "la Concepción Inmaculada de María es una de las obras maestras de la Santísima Trinidad" porque "en la plenitud de los tiempos, Dios Padre prepara una madre para su Hijo, que se va a encarnar para nuestra salvación por obra del Espíritu Santo".

Para ello piensa "en una mujer que no tenga parte con el pecado, no contaminada por la mancha original, limpia y santa".

"La Concepción Inmaculada de María es consecuencia de su maternidad divina. Es además el primer fruto de la muerte redentora de Cristo al aplicársele anticipadamente los méritos de su inmolación pascual. En María aparece de forma esplendorosa la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte", subraya el Prelado.

Por eso, explica el Arzobispo de Sevilla, la fe del pueblo cristiano desde los primeros siglos de la Iglesia "percibe a la Santísima Virgen como 'la Purísima', 'la sin pecado', convicción que se traslada a la liturgia y a las enseñanzas de los Santos Padres y teólogos".

En el camino hacia la proclamación del dogma "pocas naciones han contraído tantos méritos como España", ya que la conciencia de que María fue concebida sin pecado original "aflora especialmente en Andalucía en la época barroca, en las obras de nuestros poetas, pintores y escultores y, sobre todo, en la devoción de nuestro pueblo".

De hecho, según explica el Arzobispo en la carta, Sevilla, venía celebrando la fiesta de la Inmaculada desde 1369.

"El fervor por 'la pura y limpia' crece incesantemente a partir del Renacimiento", y en su honor "se erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas publicaciones".

Sin embargo, es en septiembre de 1613 cuando se produce el llamado "estallido inmaculista".

El detonante fue un sermón en el que se manifestó alguna duda sobre la concepción sin mancha de la Santísima Virgen. "La reacción no se hizo esperar. El pueblo sencillo, que desde antiguo veneraba la purísima Concepción de la Santísima Virgen, mostró con vehemencia su oposición", explicó Mons. Asenjo.

Entonces las órdenes religiosas más proclives al dogma de la Purísima "alentaron manifestaciones populares, desagravios, concursos de poesía, novenas, funciones solemnes, procesiones, rondas nocturnas cantando coplas alusivas, ediciones de pasquines y hojas volanderas en las que podían leerse letrillas de claro gracejo sevillano".

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De hecho, "los cronistas de la época nos dicen que la conmoción popular provocó incluso problemas de orden público", por eso el Arzobispo, en julio de 1615, envió a Roma una legación para solicitar la reafirmación de la doctrina inmaculista e, incluso, "su definición dogmática", recuerda en su carta.

La respuesta de la Santa Sede tuvo lugar en octubre de 1617 mediante una bula de Paulo V, en la que, "sin definir el dogma, reafirmaba la doctrina inmaculista y prohibía a los contrarios exponer sus doctrinas".

Una respuesta que "fue recibida en Sevilla con alborozo y entusiasmo. Hubo corridas de toros, iluminación de calles, repique general de campanas y cultos extraordinarios".

Durante ese tiempo, en septiembre de 1615, la Hermandad del Silencio había sido la primera en incorporar a sus reglas "el juramento anual de defender el privilegio inmaculista hasta la efusión de sangre".

Un voto al que se sumaron prácticamente todas las hermandades de la ciudad en el año 1616 "y que siguen renovando cada año en sus fiestas de Regla".

"Si Sevilla ardió en entusiasmo inmaculista tras los sucesos de 1613, con mayor razón exteriorizó su fervor mariano con ocasión de la definición del dogma en la fiesta de la Inmaculada de 1854. En esta ocasión se celebraron solemnísimos cultos y toda suerte de festejos, se encendieron luminarias y repicaron las campanas de la Catedral y de toda la Archidiócesis", asegura el Prelado.

Por eso precisa que la devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen es la "más hermosas tradiciones sevillanas, que todos estamos obligados a mantener y acrecentar, creciendo cada día en amor a la Virgen, imitándola en su pureza de corazón y en su alejamiento del pecado, conociendo e imitando sus virtudes, poniéndola en el centro de nuestro corazón y de nuestra vida cristiana, e invocándola como medianera de todas las gracias necesarias para ser fieles".

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