MADRID,
Wang Jie (nombre ficticio) es diácono y pertenece a la Iglesia clandestina china; lleva varios años estudiando en Europa y por razones de seguridad no puede dar su nombre verdadero ya que se arriesga a que las autoridades no le dejen entrar de nuevo en su país si conocen que se está preparando para ser sacerdote.
El futuro sacerdote nació en China "en una zona donde la mayoría del pueblo es pagano"; ninguno de sus familiares era católico y de hecho sus padres "no habían escuchado nunca ni tan siquiera la palabra 'cristianismo'".
Pero un día su madre se puso enferma. "Mis padres buscaron un hospital, pero allí no pudieron curarla, así que buscaron otro lugar y encontraron uno con una cruz, que pensaban que era un centro médico, pero en realidad era una iglesia donde les recibió una religiosa que curó a mi madre", explica.
Pasado un tiempo, los padres de Wang Jie volvieron a ese lugar para agradecer a esa "señora" por haber curado a su madre. "Entonces la religiosa comenzó a hablarles poco a poco de la fe, de Cristo. A mis padres les interesó mucho y después de un tiempo se convirtieron", precisa.
"Nosotros lo vemos como un milagro para que conociéramos la fe. Dios nos guió hasta su casa", afirmó en declaraciones a ACI Prensa y otros medios.
Además, según explica, sus padres, antes de convertirse, intentaban ayudar a los demás en todo lo que podían. "Cuando mis padres escucharon de la fe que es amar a Dios, al prójimo y la caridad, les interesó muchísimo. De hecho ellos ya practicaban la caridad", asegura.