El samaritano "no miró el reloj, no pensó en la sangre del herido. Se acercó a él, se bajó de su cabalgadura y le curó las heridas con aceite y vino. Se manchó las manos, se manchó las ropas de sangre. Después lo cargó en su cabalgadura y lo llevó a un albergue".
"Y no sólo no lo dejó en el albergue diciendo: 'Aquí lo dejo, llamad al médico que yo ya he cumplido y me voy'. No. Se preocupó por él. No era un funcionario, era un hombre con el corazón abierto".
Así, el Santo Padre exhortó a abrir de verdad el corazón a las sorpresas de Dios: "¿Eres cristiano?". "¿Estás abierto a las sorpresas de Dios? ¿O eres un cristiano funcionario, cerrado?". A estas preguntas, señaló Francisco, se puede contestar con condescendencia propia del "cristiano funcionario": "Sí, soy cristiano. Voy los domingos a Misa, trato de hacer el bien. Comulgo, me confieso una vez al año…".
Sin embargo, así es como actúan los "cristianos funcionarios", advirtió el Papa, "aquellos que no están abiertos a las sorpresas de Dios, aquellos que saben mucho de Dios, pero no salen a encontrarse con Él. Aquellos que nunca han experimentado el estupor ante el testimonio, son capaces de dar testimonio", advirtió.
Por ello, exhortó a los laicos y a los pastores a preguntarse si tienen el corazón abierto a las sorpresas de Dios, "a aquello que Dios te da cada día".