Mirando el escenario mundial que nos toca vivir, en el que crecen las voces que siembran división y enfrentamiento -instrumentalizando muchas veces la inseguridad o los conflictos- o que pregonan que la única manera posible de garantizar la seguridad y la subsistencia de una cultura nace buscando eliminar, cancelar o expulsar a las otras, vosotros lituanos tenéis una palabra autóctona que aportar: "albergar las diferencias".
Por medio del diálogo, de la apertura y la comprensión estas pueden convertirse en puente de unión entre el oriente y el occidente europeo. Este puede ser el fruto de una historia madura, que como pueblo ofrecéis a la comunidad internacional y en particular a la Unión Europea. Vosotros habéis sufrido en "carne propia" los intentos de imponer un modelo único, que anulase lo diverso con la pretensión de creer que los privilegios de algunos pocos estén por encima de la dignidad de los otros o del bien común.
Bien lo señaló Benedicto XVI: «Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. […] Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales» (Carta enc. Caritas in veritate, 7).
Todos los conflictos que se presentan tienen soluciones duraderas siempre y cuando se sustenten en el reconocimiento concreto de las personas, especialmente de las más débiles y en el sentirse desafiados a «ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que los beneficiará a todos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 235).
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En este sentido, extraer fortaleza del pasado es prestar especial atención a los más jóvenes, que no solo son el futuro, sino el presente de esta nación, siempre y cuando permanezcan unidos a las raíces del pueblo. Un pueblo donde los jóvenes encuentran espacios para desarrollarse y trabajar, les ayudará sentirse protagonistas de la construcción del entramado social y comunitario. Eso posibilitará a todos alzar la mirada con ilusión hacia el mañana.
La Lituania que soñáis se juega en la búsqueda incansable por promover todo tipo de políticas que incentiven la participación activa de los más jóvenes en la sociedad. Sin duda, eso será semilla de esperanza, puesto que portará a un dinamismo en el que el "alma" de este pueblo seguirá gestando hospitalidad: hospitalidad hacia el extranjero, hospitalidad hacia los jóvenes, hacia los ancianos, hacia el pobre, en definitiva, hospitalidad al porvenir.
Le aseguro señora Presidenta que pueden contar -como hasta ahora- con el esfuerzo y el trabajo mancomunado de la Iglesia católica, para que esta tierra pueda cumplir su vocación de ser tierra puente de comunión y esperanza.
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