VATICANO,
El 19 de agosto de 1989, en Santiago de Compostela en el marco de la IV Jornada Mundial de la Juventud, el Papa San Juan Pablo II lanzó un especial desafío a los jóvenes, que en su mayoría abrazarían el matrimonio como vocación, para que defiendan siempre la vida y la familia; y para que sean testigos de la verdad en un mundo que no sabe adónde ir.
En aquella ocasión, en la vigilia que presidió en el Monte del Gozo ante más de 600 mil jóvenes, el Papa peregrino cuestionó a los presentes: "¿Qué quiere Jesús de mí? ¿A qué me llama? ¿Cuál es el sentido de su llamada para mí? Para la gran mayoría de vosotros el amor humano se presenta como una forma de autorrealización en la formación de una familia".
"Por eso, en el nombre de Cristo deseo preguntaros: ¿Estáis dispuestos a seguir la llamada de Cristo a través del sacramento del matrimonio, para ser procreadores de nuevas vidas, formadores de nuevos peregrinos hacia la ciudad celeste?".
En el mensaje, de gran actualidad aún hoy, el Papa Wojtyla indicó que "en la historia de la salvación, el matrimonio cristiano es un misterio de fe. La familia es un misterio de amor, al colaborar directamente en la obra creadora de Dios".
"Amadísimos jóvenes, un gran sector de la sociedad no acepta las enseñanzas de Cristo y, en consecuencia, toma otros derroteros: el hedonismo, el divorcio, el aborto, el control de la natalidad y los medios de contracepción. Estas formas de entender la vida están en claro contraste con la Ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia".
El santo Papa de la familia explicó luego que "seguir fielmente a Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que implica también la castidad, la defensa de la vida, así como la indisolubilidad del vínculo matrimonial, que no es un mero contrato que se pueda romper arbitrariamente. Viviendo en el «permisivismo» del mundo moderno, que niega o minimiza la autenticidad de los principios cristianos, es fácil y atrayente respirar esta mentalidad contaminada y sucumbir al deseo pasajero".