VATICANO,
En el marco de la Solemnidad de la Asunción de María que la Iglesia Católica celebra este 15 de agosto, recordamos lo que el Papa San Juan Pablo II explicó en su catequesis del 25 de junio de 1997 sobre la "dormición" de la Virgen.
Juan Pablo II, que había consagrado su pontificado a la Madre de Dios bajo el lema Totus tuus (Todo tuyo), hizo notar que cuando el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción el 1 de noviembre de 1950, "no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios".
"Reflexionando en el destino de María y en su relación con su Hijo divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre", manifestó el Pontífice que consideraba el Rosario como su oración favorita.
San Juan Pablo II citó luego a dos santos que se refirieron a este tema: San Modesto de Jerusalén, fallecido en el 634, y San Juan Damasceno, que murió en el 704.
Este último escribió sobre la Virgen María que "aquella que en el parto superó todos los límites de la naturaleza", al ser asunta al cielo se despojó "de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte".
"Es verdad que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación", subrayó el Papa Juan Pablo II.