VATICANO,
Nueva Audiencia General del Papa Francisco en la que dedicó su catequesis otra vez a la idolatría y subrayó que reconocer la propia debilidad es lo que lleva a Dios y a alejarse de estos ídolos.
Tomando la lectura del Libro del Éxodo en la que el pueblo de Israel en el desierto se fabrica un becerro de oro para adorarlo, Francisco señaló que "reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a Aquél que es verdaderamente fuerte".
El Papa habló primero del desierto, que "es un lugar donde reinan la precariedad y la inseguridad, donde faltan agua, comida y refugio. El desierto es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables".
El Papa explicó en el Aula Pablo VI del Vaticano que "esta inseguridad genera en el hombre ansias primarias, que Jesús menciona en el Evangelio".
"La naturaleza humana, para escapar de la precariedad busca una religión 'hecha por uno mismo': si Dios no se hacer ver, nos hacemos un dios a medida".
Sobre el becerro, el Pontífice dijo que "tenía un sentido doble en el cercano Oriente antiguo: por una parte representaba fecundidad y abundancia, y por la otra energía y fuerza. Pero, ante todo, es de oro, por tanto, símbolo de riqueza. "¡Éxito, poder y dinero son las tentaciones de siempre!", exclamó.