CIUDAD DE MÉXICO,
En el intento de salir de la pobreza o escapar de la violencia, cientos de miles de migrantes cruzan la frontera sur de México cada año, exponiéndose a robos, violaciones e incluso la muerte. Los albergues católicos se convierten así en pequeños oasis para que retomen fuerzas en su camino al norte.
"Cada migrante trae una historia muy pesada, muy difícil", explica a ACI Prensa el P. Fernando Cruz, del Centro de Orientación del Migrante de Oaxaca.
El sacerdote lamenta que los mexicanos "nos quejamos de cómo nos tratan en la frontera norte, pero no nos damos cuenta y no volteamos la cara hacia el sur, donde vemos desgraciadamente cómo se está marginando, explotando, robando, violando a los migrantes".
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que cada año alrededor de 450 mil personas cruzan la frontera sur para ingresar a México, en su camino hacia Estados Unidos.
Pero no hay camino seguro para el migrante ilegal.
El P. Cruz señala que los delincuentes que abundan en estas rutas "saben precisamente dónde pararlos, dónde robarles".