En la Biblia, los mandamientos no viven por sí mismos, sino que son parte de un nexo, una relación. El Señor Jesús no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. Y existe esa relación, de la Alianza [1] entre Dios y su pueblo. Al comienzo del capítulo 20 del libro de Éxodo leemos – y esto es importante-: "Dios pronunció todas estas palabras" (v. 1).
Parece una apertura como cualquier otra, pero nada en la Biblia es trivial. El texto no dice "Dios pronunció estos mandamientos", sino "estas palabras". La tradición judía siempre llamará al Decálogo "las Diez Palabras". Y el término "decálogo" significa precisamente esto [2]. Y, sin embargo, están en forma de leyes, son mandamientos objetivamente. ¿Por qué, entonces, el Autor sagrado usa, precisamente aquí, el término "diez palabras?" ¿Por qué? ¿Y no dice "diez mandamientos"?
¿Cuál es la diferencia entre un mandato y una palabra? El mandato es una comunicación que no requiere diálogo. La palabra, en cambio, es el medio esencial de la relación como diálogo. Dios Padre crea por medio de su palabra, y su Hijo es la Palabra hecha carne. El amor se alimenta de palabras, al igual que la educación o la colaboración. Dos personas que no se aman no logran comunicar. Cuando alguien habla a nuestro corazón, nuestra soledad termina. Recibe una palabra, hay comunicación y los mandamientos son palabra de Dios: Dios se comunica en estas diez Palabras y espera nuestra respuesta
Una cosa es recibir una orden, otra percibir que alguien intenta hablar con nosotros. Un diálogo es mucho más que la comunicación de una verdad. Yo puedo deciros: "Hoy es el último día de la primavera, cálida primavera, pero hoy es el último día". Es una verdad, no un diálogo. Pero si os digo: "¿Qué pensáis de esta primavera?, abro un diálogo. Los mandamientos son un diálogo. La comunicación se realiza por el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de las palabras. Es un bien que no consiste en cosas, sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo "(ibíd., N. Evangelii gaudium, 142).
Pero esta diferencia no es algo artificial. Observemos lo que pasó al principio. El Tentador, el diablo, quiere engañar al hombre y a la mujer sobre esta cuestión: quiere convencerlos de que Dios les ha prohibido comer los frutos del árbol del bien y del mal para mantenerlos sometidos. El desafío es efectivamente éste: La primera regla que Dios da al hombre, ¿es la imposición de un déspota que prohíbe y obliga?, o ¿la atención de un papá que cuida de sus pequeños y los protege de la autodestrucción? ¿Es una palabra o es un mandato? La más trágica, entre las diversas mentiras que la serpiente le dice a Eva, es la sugerencia de una deidad envidiosa– "Pero, no, Dios tiene envidia de vosotros"- ,de una deidad posesiva. "Dios no quiere que tengáis libertad". Los hechos muestran dramáticamente que la serpiente mintió, dio a entender que una palabra de amor fuese un mandato. (véase Génesis 2: 16-17; 3.4-5).
El hombre se enfrenta a esta encrucijada: ¿Dios me impone cosas o me cuida? ¿Sus mandamientos son solo una ley o contienen una palabra para cuidarme? ¿Dios es patrón o padre? Dios es Padre: No lo olvidéis nunca. Incluso en las situaciones más difíciles, pensad que tenemos un Padre que nos quiere a todos. ¿Somos súbditos s o hijos? Este combate, tanto dentro como fuera de nosotros, se presenta continuamente: Tenemos que elegir mil veces entre una mentalidad de esclavos y una mentalidad de hijos. El mandamiento es del patrón, la palabra es del Padre,
El Espíritu Santo es un Espíritu de hijos, es el Espíritu de Jesús Un espíritu de esclavos no puede por menos que aceptar la Ley de forma opresiva, y puede producir dos resultados opuestos: O una vida de deberes y obligaciones, o una reacción violenta de rechazo Todo el cristianismo es el pasaje de la letra de la Ley al Espíritu que da vida (véase 2 Cor 3: 5-17). Jesús es la Palabra del Padre, no es la condena del Padre. Jesús vino a salvar, con su Palabra, no a condenarnos.