Mantuvo su vida de oración, pero no formaba parte de ningún movimiento ni hablaba en nombre de la Iglesia. "Pedía a Dios la fuerza y continuaba", señaló.
Luego de un tiempo percibió "que el sacerdocio ya se había quedado atrás. Yo estaba bien, feliz otra vez, tranquilo y las cosas estaban caminando. Entonces, empecé a pensar en la posibilidad de un noviazgo, en comenzar otra vida".
Sin embargo, dijo que "en ningún momento realmente quise un cita, comenzar una relación con otra persona, porque sabía que en el sacerdocio hice la promesa del celibato y, aunque dejando el sacerdocio, no tuve la dispensa del celibato. Entonces, si me relacionara con cualquier persona, tendría que alejarme de la Eucaristía y no quería eso", manifestó.
Escribió al obispo para pedirle la liberación del celibato. Le dijo que "había dejado las puertas al sacerdocio abiertas, pero no quería volver y que, cuando pensaba en regresar, volvían todas las cosas que me sucedieron y me causaban pánico".
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Pero al dejar a Dios conducir su vida, todo tomó un rumbo distinto a lo que imaginaba.
"Hablaba con mi director espiritual -que en esta época ya era el P. Alexandre Brandão-, que no me sentía realizado, pero no sabía lo que Dios quería de mí y no soportaba más. El P. Brandão siempre decía: 'Ten paciencia. A un cristiano que comulga, que tiene devoción por la Virgen María, que busca servir como usted lo está haciendo, Dios no lo deja desamparado. No sabemos por qué está tardando, pero espera'", recordó.
Así, comenzó a percibir que "el deseo de pedir la dispensa del celibato era una fuga, no era realmente por libertad. Veo este como el primer regalo de Nuestra Señora para mí. Ella impidió que tomara una decisión que me iba a hacer ser muy infeliz".
Una semana después, escribió al obispo para decirle que ya no quería la dispensa del celibato y que el sacerdocio volvía a ser una posibilidad. "Fue entonces que percibí que de noviembre de 2016 a 12 de octubre de 2017 no fue un tiempo de tomar decisiones, sino de curar heridas".
"Llegó entonces la Cuaresma de 2018 y Dios me mostró que mi vida estaba muy cómoda, que el tiempo de sanación ya había pasado y que el sacerdocio era realmente lo que yo quería".
Fueron "cuarenta días en que pregunté a Dios lo que quería de mí: 'Si es ser sacerdote otra vez, que en la Pascua el Señor lo me diga'".