VATICANO,
La Misa del Jueves Santo del Papa Francisco en una prisión en Roma fue más que un evento para los reclusos, fue una señal de que, si bien se consideran invisibles para el mundo exterior, no habían sido olvidados.
"Ayer fue un momento que creo que va a resonar a través de la prisión por lo menos durante todo el próximo año. Creo que fue un momento que conmovió a cada guardia y cada prisionero que estuvo allí ", dijo el seminarista Alex Nevitt a la CNA -agencia en inglés del Grupo ACI- el 30 de marzo.
Como seminarista, en su tercer año de teología estudiando en el Pontificio Colegio Norteamericano, Nevitt ejerce el ministerio penitenciario en la prisión Regina Coeli de Roma, donde el Papa Francisco celebró la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo.
El Papa lavó los pies de 12 reclusos y visitó la enfermería, así como la "Sección VIII" de la instalación, donde viven los presos que han cometido delitos graves o que tienen ciertas enfermedades mentales.
Después de la Misa del Papa, que conmemoraba la noche en que Jesús mismo fue arrestado, Nevitt dijo que muchos de los reclusos se conmovieron, porque esa es la "experiencia de vida que ellos conocen".
"Estos son hombres que son olvidados fácilmente", dijo, y señaló que en un momento un representante de la prisión habló con el Papa y le agradeció "por asegurarse de que no seamos olvidados".