ROMA,
Sirvió en el hospital del Padre Pío por veinte años antes de ingresar a la clausura para "prepararse a la Santa Muerte". Sor Consolata di Santo nació en 1916 y murió el pasado 2 de marzo a los 101 años, llevando consigo el recuerdo de los años que trabajó junto al fraile capuchino y la alegría de haber podido besar por una vez los estigmas, sin que estuviesen protegidos por los guantes que solía usar el sacerdote.
Nacida en 1916 en Sant'Eramo al Colle, era la última de diez hijos, todos consagrados a Dios. La madre, antes de morir y recibiendo la extremaunción, había pedido esta gracia.
Así, la futura religiosa entró al convento en 1936, entre las Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, que el Padre Pío había elegido para prestar servicio entre los enfermos del hospital "Casa Sollievo della Sofferenza", por él querido.
Sor Consolata llegó a San Giovanni Rotondo en septiembre de 1955, seis meses antes de la inauguración del hospital, junto a la superiora provincial y a otra hermana, después de haber vivido una situación difícil en Toscana.
En el primer encuentro, el Padre Pío se asomó "con una sonrisa bellísima y un tono bromista", narró en una ocasión la religiosa a Teleradio Padre Pío. Les había dicho a las tres hermanas que no se preocuparan porque llegarían otras religiosas. Seis meses después ya eran 15 las religiosas trabajando en la "Casa Sollievo della Sofferenza".
Su servicio al hospital se prolongó de 1955 a 1975, trabajando al lado del santo italiano, asistiendo siempre a la Misa de las cinco de la mañana; y fue después de una confesión que pidió al Padre Pío poder besar las heridas de las manos sin los guantes.