24 de noviembre de 2024 Donar
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El Papa en Perú: Me da pena cuando veo a curas, monjas y seminaristas marchitos

Papa Francisco en encuentro con sacerdotes y religiosos en Trujillo. Foto: Captura de video / Vatican Media.

En el encuentro que sostuvo con sacerdotes, religiosos y religiosas en Trujillo, al norte de Perú, el Papa Francisco aseguró que le da "mucha pena" cuando ve "algún obispo, algún cura, alguna monja marchito".

"Y mucha más pena me da cuando veo seminaristas marchitos", señaló, en palabras improvisadas durante su mensaje.

"Esto es muy serio", advirtió el Santo Padre y pidió que "si ustedes ven que no pueden, por favor hablen antes de tiempo, antes de que sea tarde".

"Antes de que se den cuenta que no tienen raíces ya y que se están marchitando", dijo, y precisó que "todavía ahí hay tiempo para salvar".

"Porque Jesús vino a eso, a salvar y si nos llamó es para salvar".

El encuentro del Papa con sacerdotes y religiosos del norte de Perú se realizó en el Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo, que fue uno de los primeros seminarios del continente americano y es hoy un centro escolar dirigido por la Arquidiócesis de Trujillo.

Al llegar al centro educativo, el Santo Padre recibió las palabras de bienvenida del Arzobispo de Piura, Mons. José Antonio Eguren, que le agradeció a nombre de los Prelados peruanos "su paternal gesto de acogernos y queremos con nuestra presencia manifestarle nuestra total adhesión, obediencia y afecto filial".

Mons. Eguren aseguró también "nuestra más absoluta disponibilidad para vivir nuestra vocación sacerdotal, consagrada, y nuestro período de formación como seminaristas, según el Corazón de Cristo, ejerciendo con alegría y caridad sincera la obra del Señor con el único anhelo de agradar a Dios y servir a nuestros hermanos y no a nosotros mismos".

El Santo Padre también advirtió a los sacerdotes y religiosos sobre "cuánto mal nos hacen" la fragmentación, el aislamiento y las divisiones dentro de la Iglesia.

"La fragmentación o el aislamiento no es algo que se da 'fuera' como si fuese solo un problema del 'mundo'. Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, ¡y cuánto mal nos hacen!", señaló.

El Santo Padre subrayó en su mensaje que "Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas".

Francisco pidió también a los sacerdotes y religiosos a tener memoria y "mirar hacia nuestras raíces"

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"Me gusta subrayar que nuestra fe, nuestra vocación es memoriosa", porque "sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comienzan con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo".

Francisco alentó luego a "aprender a reírse de uno mismo", y dio "dos pastillas que ayudan mucho".

"Una: hablar con Jesús, la Virgen, la oración. Rezar, pedir la gracia de la alegría", dijo. La segunda, añadió, "la podés hacer varias veces por día si la necesitás, sino una sola basta. Mirate al espejo, mirate al espejo: ¿Ese soy yo? ¿Esa soy yo? Ja, ja, ja".

"Esto no es narcisismo, es lo contrario: El espejo acá sirve como cura", aseguró.

"La alegría es contagiosa cuando es verdadera".

Tras recordar que "el Pueblo de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido", el Santo Padre alentó a que se dejen "aconsejar por el Pueblo de Dios".

"La fe en Jesús se contagia y si hay un cura, un obispo, una monja, un seminarista, un consagrado que no contagia, es un aséptico, es de laboratorio. Que salga y se ensucie las manos un poquito y ahí va a comenzar a contagiar el amor de Jesús".

Al finalizar su mensaje, el Papa pidió a los sacerdotes y religiosos que "de vez en cuando, como dicen en el campo, échenme un rezo".

Concluido el encuentro con sacerdotes, religiosos y religiosas en el Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo, se dirigió a la Plaza de Armas de Trujillo para el encuentro mariano, junto a miles de fieles.

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