MADRID,
Durante 10 años, al menos un día a la semana, Karen Swallow se dedicó a ayudar a madres en riesgo de aborto. Calcula que vio a unas 2.500 mujeres entrar en el abortorio. Una de ellas, a la que ayudó, quiso enviarle un mensaje de agradecimiento 20 años después.
Una vida fructífera necesita de paciencia y confianza. Lo saben bien los agricultores que trabajan por sus cosechas, pero también los padres respecto de la crianza de sus hijos. En ocasiones, uno nunca sabe cuándo va a recoger el fruto más preciado.
Algo así le ha sucedido a Karen Swallow, que durante 10 años, sin fallar a su cita, acudía un día por semana a las puertas de un negocio abortista para ayudar a las mujeres que acudían con la idea de terminar con la vida de sus hijos antes de nacer.
Ella calcula que, al menos, debió de ver entrar a unas 2.500 mujeres, a algunas de las cuales consiguió ayudar a seguir adelante con su vida y a apostar por la de sus hijos sin renunciar a la maternidad por difíciles que fueran las circunstancias.
En ocasiones, los rescatadores no saben cómo acaban las historias de las personas a las que atienden. Muchas veces, nunca más reciben información sobre si aquella chica finalmente abortó o no.
Esa incertidumbre se despeja si llega el caso, de forma casi milagrosa, años después, cuando de forma inadvertida uno toma conciencia de los frutos que han surgido de una acción constante y paciente en el pasado.