21 de noviembre de 2024 Donar
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¿La carta de los obispos argentinos sobre Amoris laetitia cambia en algo la doctrina?

Imagen referencial / Foto: Pixabay (Dominio Público)

A pesar de la reciente inclusión en el Acta Apostolicae Sedis de la Santa Sede, de la carta enviada en el 2016 por el Papa Francisco a los obispos de Buenos Aires (Argentina) sobre Amoris laetitia, ni la disciplina de la Iglesia ni su doctrina han cambiado.

Este es el hecho más reciente en el debate sobre la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar. El Concilio Vaticano II, San Juan Pablo II y Benedicto XVI -,así como la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos- todos han expresado su oposición firme a admitir a la comunión eucarística al divorciado vuelto a casar que no observe la continencia.

El debate ha recibido un renovado ímpetu bajo el Papa Francisco. Su exhortación apostólica sobre el amor en la familia, Amoris laetitia, se ha encontrado con recepciones e interpretaciones variadas al interior de la Iglesia. Su octavo capítulo, titulado "Acompañar, discernir e integrar la fragilidad", trata, entre otras cosas, la pastoral de los divorciados vueltos a casar, aquellos que no pueden ser admitidos a la comunión a no ser que se hayan comprometido a vivir en continencia, evitando los actos propios de las parejas casadas.

Sin embargo, para muchos líderes y teólogos de la Iglesia, el lenguaje ambiguo en ese capítulo ha llevado a incertidumbres sobre esta práctica y sobre la naturaleza y el estado de la misma exhortación apostólica. Algunos han mantenido que es incompatible con la enseñanza de la Iglesia y otros que no ha cambiado la disciplina de la Iglesia. Otros leen Amoris laetitia como la apertura de una nueva práctica pastoral, o incluso como un desarrollo en continuidad con San Juan Pablo II.

Algunos líderes de la Iglesia han dicho que Amoris laetitia ha llevado a la desorientación y gran confusión de muchos de los fieles, y al menos un respetado teólogo ha argumentado que el pontificado de Francisco ha fomentado la confusión, ha disminuido la importancia de la doctrina en la vida de la Iglesia y ha causado en los fieles católicos una pérdida de confianza en el papado.

Se ha entendido que el Papa Francisco alienta a los que interpretan a Amoris laetitia a abrir el camino a una nueva práctica pastoral, como parecía hacer en una carta a los obispos de la provincia de Buenos Aires, que es el tema de la última noticia.

Su carta aprueba la respuesta pastoral de los obispos para los divorciados vueltos a casar, basados en Amoris laetitia. La respuesta decía que el ministerio para estas personas nunca debe crear confusión acerca de la enseñanza de la Iglesia y la indisolubilidad del matrimonio, pero también puede permitir el acceso a los sacramentos bajo límites específicos. Estos pueden incluir situaciones específicas cuando un penitente en una unión irregular está bajo una culpabilidad atenuada, como cuando al dejar dicha unión podría causar daño a sus hijos, aunque las circunstancias previstas no estén precisamente delineadas, lo cual, según algunos teólogos, ha contribuido a la confusión.

La carta del Papa del 5 de septiembre de 2016 dirigida al Obispo de San Miguel, Mons. Sergio Alfredo Fenoy, decía que el texto "es muy bueno y explicita cabalmente el sentido del capítulo VIII de Amoris Laetitia. No hay otras interpretaciones. Y estoy seguro de que hará mucho bien. Que el Señor les retribuya este esfuerzo de caridad pastoral".

Este fin de semana se informó que la carta del Papa Francisco, así como la respuesta pastoral de los obispos de Buenos Aires, fueron promulgadas en la edición de octubre de 2016 del Acta Apostolicae Sedis (AAS), una publicación del Vaticano en la que documentos oficiales del Papa y la Curia Romana son publicados y mediante el cual las leyes eclesiásticas universales son promulgadas.

El Dr. Edward Peters, profesor de derecho canónico en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón en Detroit (Estados Unidos), escribió el 4 de diciembre que el documento de Buenos Aires contiene afirmaciones que abarcan una gama "desde obviamente verdaderas, a través de frases verdaderas pero extrañas o incompletas, hasta unas pocas que, si bien son capaces de ser entendidas en un sentido ortodoxo, están formuladas de manera que se prestan a entendimientos heterodoxos".

Señaló que lo que impide la admisión de los divorciados vueltos a casar a la Eucaristía es el canon 915 "y la interpretación universal y unánime que ese texto legislativo, arraigado como está en la ley divina, siempre ha recibido". El canon declara que aquellos "obstinadamente perseverantes en manifiesto pecado grave no deben ser admitidos a la sagrada comunión".

En una publicación de agosto de 2017 que anticipaba la posible publicación en AAS de la carta de Buenos Aires o el elogio del Papa, Peters había escrito que "muchos, o casi todos, los documentos papales que aparecen en el Acta no tienen fuerza canónica o disciplinaria".

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Escribió que "a menos que el canon 915 sea directamente revocado, destruido o castrado, este obliga a los ministros de la Sagrada Comunión a retener el sacramento más augusto de, entre otros, a los católicos divorciados vueltos a casar, excepto donde tales parejas vivan como hermanos y hermanas y sin escándalo para la comunidad".

"Nada de lo que he visto hasta la fecha, incluida la aparición de las cartas del Papa y de los obispos argentinos en el Acta Apostolicae Sedis, me hace pensar que el canon 915 haya sufrido tal destino".

Añadió que ni la carta del Papa a los obispos argentinos, ni el documento de estos o incluso Amoris laetitia derogan, objetan o interpretan "auténticamente esta norma fuera del Código de Derecho Canónico".

Si bien la carta del Papa y la respuesta pastoral de los obispos de Buenos Aires contienen ambiguas "afirmaciones disciplinarias", son insuficientes "para revocar, modificar u obviar" el canon 915, escribió Peters.

Aparte de los problemas canónicos con la admisión a la comunión para los divorciados vueltos a casar, está la cuestión de qué significa que el documento de Buenos Aires y la respuesta del Papa sean destinados a ser parte del Magisterio de la Iglesia.

Un rescripto del Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, en el AAS, señala que su promulgación fue intencionada "como un auténtico Magisterio".

El Magisterio es una parte de la enseñanza de los obispos, por la cual están encargados de la interpretación y la preservación del depósito de la fe. En su declaración Donum veritatis de 1990, la Congregación para la Doctrina de la Fe señaló que el Magisterio "tiene el oficio de discernir, por medio de juicios normativos para la conciencia de los fieles, los actos que en sí mismos son conformes a las exigencias de la fe y promueven su expresión en la vida, como también aquellos que, por el contrario, por su malicia son incompatibles con estas exigencias".

Los católicos están obligados a aceptar las enseñanzas reveladas divinamente con fe; a abrazar firmemente y retener aquellas cosas que se requieren para salvaguardar reverentemente y exponer fielmente el depósito de la fe; y para dar sumisión religiosa de intelecto y voluntad a las doctrinas sobre la fe o la moral otorgadas a través del Magisterio auténtico.

La pregunta crítica con respecto a Amoris laetitia es qué enseña precisamente con respecto a la fe y la moral, y lo qué no; o incluso, no puede enseñar. Sobre la última pregunta, especialmente, la doctrina existente de la Iglesia es útil.

Aun cuando algunos obispos, como los de la región de Buenos Aires y los de Malta, han interpretado la exhortación apostólica como una nueva práctica pastoral, muchos otros han sostenido que no cambia nada de doctrina o disciplina.

Por ejemplo, mientras era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Gerhard Müller dijo que Amoris laetitia no ha eliminado la disciplina de la Iglesia sobre el matrimonio, ni ha permitido en algunos casos a los divorciados vueltos a casar "a recibir la Eucaristía sin la necesidad de cambiar su forma de vida".

"Se trata de una enseñanza magisterial consolidada, respaldada por las Escrituras y fundada en una razón doctrinal: la armonía salvífica del sacramento, el corazón de la 'cultura del vínculo' que la Iglesia vive".

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El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo que si la exhortación del Papa Francisco "hubiera querido eliminar una disciplina tan arraigada y significativa, lo habría dicho tan claramente y habría presentado razones de apoyo".

"Sin embargo, no hay afirmación en este sentido; ni el Papa pone en tela de juicio, en ningún momento, los argumentos presentados por sus predecesores, que no se basan en la culpabilidad subjetiva de nuestros hermanos, sino en su forma de vida objetiva y visible, contraria a las palabras de Cristo", declaró el Cardenal Müller.

Ha sido la enseñanza constante de la Iglesia de que el matrimonio es indisoluble, que las personas no casadas entre sí no pueden legítimamente participar en actos de intimidad sexual, que la Eucaristía no puede ser recibida por aquellos conscientes de pecado grave, y que la absolución requiere el propósito de modificar la propia vida, incluso con una capacidad disminuida o limitada para ejercer la voluntad.

Y el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se encuentran en una situación que objetivamente contraviene la ley de Dios. En consecuencia, no pueden recibir la comunión Eucarística mientras persista esta situación". "La reconciliación a través del sacramento de la Penitencia se puede otorgar solo a aquellos que se han arrepentido por haber violado el pacto y la fidelidad a Cristo, y que están comprometidos a vivir en completa continencia".

San Juan Pablo II promulgó el Catecismo en 1992 por la constitución apostólica Fidei depositum, en la que escribió que "es la exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial".

"Aprobar el Catecismo de la Iglesia católica, y publicarlo con carácter de instrumento de derecho público pertenece al ministerio que el sucesor de Pedro quiere prestar a la Santa Iglesia Católica (…) es decir, el ministerio de sostener y confirmar la fe de todos los discípulos del Señor Jesús, así como fortalecer los lazos de unidad en la misma fe apostólica".

"Pido, por tanto, a los pastores de la Iglesia, y a los fieles, que reciban este Catecismo con espíritu de comunión y lo utilicen constantemente cuando realicen su misión de anunciar la fe y llamar a la vida evangélica. Este Catecismo les es dado para que les sirva de texto de referencia seguro y auténtico en la enseñanza de la doctrina católica".

Crítico para comprender el carácter de la enseñanza de la Iglesia sobre este asunto es la declaración del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos escrito en el año 2000 de que la prohibición del Canon 915 de admitir en la Sagrada Comunión a aquellos que obstinadamente persisten en el pecado grave manifiesto es aplicable a los divorciados vueltos a casar.

"Toda interpretación del can. 915 que se oponga a su contenido sustancial, declarado ininterrumpidamente por el Magisterio y la disciplina de la Iglesia a lo largo de los siglos, es claramente errónea", señala el texto.

"La prohibición establecida en ese canon, por su propia naturaleza, deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas: éstas no pueden introducir cambios legislativos que se opongan a la doctrina de la Iglesia", continúa.

Esta declaración define un tipo de límite sobre cómo puede desarrollarse el Magisterio; al invocar la ley divina, el concejo dice que ningún enfoque pastoral puede transgredir las normas de la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición.

El depósito de la fe no ha sido cambiado, y tampoco lo ha hecho la ley canónica. A pesar de la gran ansiedad y la atención de los medios, la verdad permanece inalterada e invariable.

Mientras que algunos encuentran que la escritura del Papa es ambigua, la verdad no lo es. Amoris laetitia debe interpretarse de una manera que no contravenga la verdad.

Incluso cuando tal interpretación no es fácilmente aparente.

Traducido y adaptado por Eduardo Berdejo. Publicado originalmente en CNA.

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