Ayúdanos a rechazar estos y otros virus
con los anticuerpos que vienen del Evangelio.
Haz que adoptemos el buen hábito
de leer cada día un pasaje del Evangelio
y, con tu ejemplo, custodiar en el corazón la Palabra,
para que, como una buena semilla, de fruto en nuestra vida.
Virgen Inmaculada,
hace 175 años, a poca distancia de aquí,
en la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte,
tocaste el corazón de Alfonso Ratisbonne, y en aquel momento
de ateo y enemigo de la Iglesia, se convirtió en cristiano.
A él te mostraste como Madre de gracia y de misericordia.
Concédenos también a nosotros, especialmente en las pruebas y en las tentaciones,
fijar la mirada en tus manos abiertas,
que dejan descender sobre la tierra la gracia del Señor
para librarnos de toda orgullosa arrogancia,
para reconocernos como verdaderamente somos:
pequeños y pobres pecadores, pero siempre hijos tuyos.
Y así meter nuestras manos entre las tuyas
para dejarnos llevar a Jesús, nuestro hermano y salvador,
y al Padre celeste, que no se cansa nunca de esperarnos
y de perdonarnos cuando regresamos a Él.
¡Gracias, oh, Madre, porque siempre nos escuchas!
Bendice a la Iglesia que está en Roma,
bendice a esta ciudad y al mundo entero.
Amén.
***
Después de pronunciar la oración, el Pontífice se acercó a saludar a un grupo de enfermos y a otros fieles. Luego se dirigió a la Basílica de Sant'Andrea delle Fratte para un homenaje a la Virgen de la Medalla Milagrosa.
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