Cada 4 de diciembre la Iglesia Católica recuerda a Santa Bárbara, una joven convertida al cristianismo que vivió entre los siglos III y IV, y que murió por mano de su propio padre a causa del amor que profesaba al Señor. Bárbara nació en Nicomedia, antigua provincia del Imperio romano, ubicada en la actual Turquía.
Santa Bárbara de Nicomedia forma parte del grupo de los llamados Santos Auxiliadores (a quienes es posible invocar en momentos de dificultad o peligro).
Enviada a prisión
De acuerdo a una antigua tradición, Santa Bárbara fue puesta en cautiverio por su propio padre, un ‘sátrapa’ (nombre con el que se designaba al gobernador de una provincia de Persia) de nombre Dióscoro, con el propósito de apartarla de la influencia de los cristianos. Dióscoro, además, hizo que maestros de filosofía y poesía la visitaran en su celda periódicamente para asegurarse de que la joven se convenza de su supuesto error y rechace la fe en Cristo.
Sin embargo, para frustración de su padre, Bárbara no solo no fue persuadida de semejante despropósito, sino que desobedeció la orden de casarse y se declaró públicamente cristiana, algo que el gobernador consideró como la peor de las afrentas. Entonces, presa de la furia, Dióscoro ordenó martirizar a su propia hija.