La realidad de la comunión estaba en el centro del Plan Pastoral, y sigue inspirando el celo misionero que distingue a la Iglesia en Bangladesh. Vuestro mismo ministerio episcopal ha estado tradicionalmente marcado por un espíritu de colegialidad y apoyo mutuo. Este espíritu de afecto y colegialidad lo comparten también vuestros sacerdotes y, a través de ellos, se ha extendido a las parroquias, las comunidades y los múltiples apostolados de vuestras Iglesias locales. Se manifiesta en la seriedad con la que os dedicáis en vuestras diócesis a las visitas pastorales y os preocupáis por el bien concreto de vuestra gente. Os pido que perseveréis en este ministerio de presencia, que es fundamental para fortalecer los vínculos de comunión que os unen a vuestros sacerdotes, que son vuestros hermanos, hijos y colaboradores en la viña del Señor, y a los religiosos y religiosas que contribuyen decisivamente a la vida católica en este país.
Al mismo tiempo, os pediría que mostréis una cercanía pastoral cada vez mayor hacia los fieles laicos. Es necesario promover su participación efectiva en la vida de vuestras Iglesias particulares, a través de las estructuras canónicas que permiten escuchar sus voces y apreciar sus experiencias. Reconoced y valorad los carismas de los laicos y laicas, y animadlos a poner sus dones al servicio de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto. Pienso en los numerosos y entregados catequistas de este país, cuyo apostolado es esencial para el crecimiento de la fe y para la formación cristiana de las nuevas generaciones. Son verdaderos misioneros y guías de oración, especialmente en las zonas más remotas. Estad atentos a sus necesidades espirituales y a su constante educación en la fe.
En estos meses de preparación para la próxima asamblea del Sínodo de los Obispos, estamos todos invitados a pensar cuál es la mejor manera de hacer que nuestros jóvenes compartan la alegría, la verdad y la belleza de nuestra fe. Bangladesh ha sido bendecido con vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa; es importante asegurar que los candidatos estén bien formados para comunicar a los demás, y en particular a sus propios contemporáneos, la riqueza de la fe. En un espíritu de comunión que une a las generaciones, ayudadlos a llevar adelante con alegría y entusiasmo el trabajo que otros han comenzado, sabiendo que algún día a ellos mismos les tocará, a su vez, transmitirlo.
Una valiosa acción social de la Iglesia en Bangladesh está dirigida a la asistencia de las familias y, de manera específica, al compromiso por la promoción de la mujer. Las personas de este país se distinguen por su amor a la familia, su sentido de la hospitalidad, el respeto que muestran hacia los padres y abuelos, y la atención que le dan a los ancianos, los enfermos y los desamparados. Estos valores son confirmados y elevados por el Evangelio de Jesucristo. Una palabra especial de gratitud merecen todos los que trabajan silenciosamente para apoyar a las familias cristianas en su misión de dar cada día testimonio del amor reconciliador del Señor y de dar a conocer su poder redentor. Como señala la Exhortación Post-sinodal Ecclesia in Asia, la familia «no es simplemente objeto del cuidado pastoral de la Iglesia, sino también uno de los agentes más eficaces de evangelización» (n. 46).
Un objetivo significativo que el Plan Pastoral ha señalado, y que de hecho ha demostrado ser profético, es la opción por los pobres. La comunidad católica en Bangladesh puede estar orgullosa de su historia de servicio a los pobres, especialmente en las zonas más remotas y en las comunidades tribales. Lleva adelante este servicio cotidianamente a través de sus apostolados de educación, de sus hospitales, clínicas y centros de salud, y de sus múltiples obras de caridad. Sin embargo, especialmente a la luz de la actual crisis de refugiados, vemos lo mucho que queda aún por hacer. La inspiración para sus obras de asistencia a los necesitados debe ser siempre esa caridad pastoral que sabe reconocer en seguida las heridas humanas y que responde con generosidad a cada uno personalmente. Al trabajar para crear una «cultura de la misericordia» (cf. Misericordia et Misera, 20), vuestras Iglesias locales demuestran su opción por los pobres, refuerzan la proclamación de la infinita misericordia del Padre y contribuyen en gran medida al desarrollo integral de su patria.