VATICANO,
En una nueva catequesis en la que reflexionó sobre la Misa, el Papa Francisco se preguntó: "¿Qué es esencialmente la Misa? La Misa es el memorial del Misterio pascual de Cristo. En ella nos hace partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte, y da significado pleno a nuestra vida".
Al igual que Israel celebra la Pascua de su liberación de Egipto, de su éxodo, "Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo dio cumplimiento a la Pascua. Y la Misa es el memorial de su Pascua, de su 'éxodo', que ha cumplido por nosotros, para hacernos escapar de la esclavitud y llevarnos hacia la tierra prometida de la vida eterna".
"La Eucaristía no es un recuerdo, es hacer presente aquello que sucedió hace 20 siglos", destacó. "La Eucaristía –continuó– nos lleva siempre al vértice de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan por nosotros, derrama sobre nosotros toda su misericordia y su amor, como hizo desde la Cruz, de modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos".
En su catequesis, el Santo Padre indicó que "toda celebración de la Eucaristía es un rayo de aquel sol sin atardecer que es Jesucristo resucitado. Participar en la Misa, en particular en la dominical, significa participar en la victoria del Resucitado, ser iluminado por su luz, calentado por su calor".
Hizo hincapié en que "por medio de la celebración eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. En su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús nos lleva también a nosotros con Él para participar en la Pascua. En la Santa Misa nos unimos a Él. De ese modo, Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él".
"Su Sangre nos libera de la muerte y del miedo a la muerte. Nos libera no sólo del dominio de la muerte física, sino también de la muerte espiritual que es el mal, el pecado, que nos toma cada vez que caemos víctimas de nuestros pecados o de los pecados de los demás. Como consecuencia de ese pecado, nuestra vida es pervertida, pierde belleza, pierde significado y se marchita. Por el contrario, Cristo es la plenitud de la vida".