VATICANO,
Un día para ellos, para demostrarles que la Iglesia los ama y que son el "corazón del Evangelio". Un día en el que dejar atrás la indiferencia y en el que tomar conciencia del sufrimiento del prójimo.
Este domingo se ha celebrado la I Jornada Mundial de los Pobres por iniciativa del Papa Francisco. "Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma", dice el Pontífice en el mensaje de esta Jornada.
A primera hora de la mañana, Francisco presidió una solemne Misa en la Basílica de San Pedro en la que participaron unos 8.000 pobres. También enfermos y personas que se ocupan de ellas, miembros de asociaciones e instituciones laicas y religiosas de la Iglesia.
En la homilía recordó que en la debilidad de los pobres "hay una fuerza salvadora". "Y si a los ojos del mundo tienen poco valor, son ellos los que nos abren el camino hacia el cielo, son nuestro pasaporte para el paraíso".
Después, el Pontífice rezó el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, como hace cada domingo, y rápidamente al acabar se trasladó hasta el Aula Pablo VI, donde ya estaba todo preparado para el almuerzo a 1.500 pobres.
El Papa, entre ellos, les habló, sonrió y animó. A su llegada les dio la bienvenida y poco después se sentó junto a ellos en una de las mesas preparadas para la comida.