El sacerdote considera que Dios le ha concedido un don especial: cuando era un seminarista, él oraba y "la gente caía y se liberaba". "A mí me daba miedo, primero que le vayan a decir al obispo, y segundo que no sabía que pasaba. Dios me había concedido el don de la sanación y la liberación", aseguró.
Después de ese suceso, el entonces aspirante el sacerdocio habló con un exorcista que le aseguró que Dios le estaba mostrando lo que quería para su vida.
"Empecé a leer libros y prepararme. Luego, nombraron un exorcista oficial en mi diócesis. Le dije al Obispo la experiencia que había tenido en el pueblo y me dijo que lo primero que tenía que hacer era una carrera de santidad: que ayude al padre, al exorcista y haga carrera en santidad. Hace 7 años me concedió la gracia de ser exorcista y pertenezca a la Asociación Mundial de Exorcistas", relató el presbítero.
El P. Doriam dijo que, a los 30 años, se sentía muy joven para dedicarse al ministerio del exorcismo pero que, si el Obispo le concedía esa facultad, entonces debía hacerlo: "si Dios quiere que sea instrumento de gracia, un instrumento de paz y de salvación, para liberar y ayudar a tanta gente, allí donde muchos de mis hermanos sacerdotes no creen, allí estaré".
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Para concluir, el sacerdote dijo que un buen exorcista necesita concentrarse en cinco aspectos: lo primero, "que sea humilde y que reconozca que no tiene ningún poder y todo viene de Dios. Segundo, que sea obediente a su Iglesia, a su obispo, a sus superiores. Tercero, que en su vida haya orden, vida de gracia, vida de oración, vida de santidad. Cuarto, que en su vida haya disciplina para comer, hablar, hacer los quehaceres cotidianos. Por último, el servicio que se presta. Si uno se dedica a la cura de almas, cúrate tú primero, no vaya a ser que curar la de muchos te terminas perdiendo".
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