De hecho, Jesús dice a sus discípulos: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,53-54).
Estos cristianos del Norte de África fueron asesinados por celebrar la Eucaristía. Han dejado el testimonio que se puede renunciar a la vida terrena por la Eucaristía, porque ella nos da la vida eterna, haciéndonos partícipes de la victoria de Cristo sobre la muerte. Un testimonio que nos interpela a todos y pide una respuesta sobre qué cosa signifique para cada uno de nosotros participar en el Sacrificio de la Misa y acercarnos al Banquete del Señor. ¿Estamos buscando esa fuente de donde "brota agua viva" para la vida eterna?, ¿Qué hace de nuestra vida un sacrificio espiritual de alabanza y de acción de gracias y hace de nosotros un solo cuerpo con Cristo? Este es el sentido más profundo de la Santa Eucaristía, que significa "acción de gracias": Eucaristía significa acción de gracias. Acción de gracias a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos envuelve y nos transforma en su comunión de amor.
En las próximas catequesis quisiera dar respuesta a algunas preguntas importantes sobre la Eucaristía y la Misa, para redescubrir, o descubrir, como a través de este misterio de la fe resplandece el amor de Dios.
El Concilio Vaticano II ha sido fuertemente animado por el deseo de llevar a los cristianos a comprender la grandeza de la fe y la belleza del encuentro con Cristo. Por este motivo era necesario sobre todo actuar, con la guía del Espíritu Santo, una adecuada renovación de la Liturgia, porque la Iglesia continuamente vive de ella y se renueva gracias a ella.
Un tema central que los Padres conciliares han subrayado es la formación litúrgica de los fieles, indispensable para una verdadera renovación. Y es justamente este el objetivo de este ciclo de catequesis que hoy iniciamos: crecer en el conocimiento de este gran don de Dios que nos ha donado en la Eucaristía.
La Eucaristía es un evento maravilloso en el cual Jesucristo, nuestra vida, se hace presente. Participar en la Misa «es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo» (Homilía, Santa Misa en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, 10 de febrero de 2014). El Señor está ahí con nosotros, presente. Pero, muchas veces nosotros vamos ahí, miramos las cosas, hablamos entre nosotros mientras el sacerdote celebra la Eucaristía… pero nosotros no celebramos cerca de él. ¡Pero es el Señor! Si hoy viniera aquí el presidente de la República o alguna persona muy importante del mundo, seguramente todos estaríamos cerca de él, que quisiéramos saludarlo. Pero, piensa: cuando tú vas a Misa, ¡ahí está el Señor! Y tú estás distraído, volteado… ¡Es el Señor! Debemos pensar en esto, ¡eh! "Padre, es que las misas son aburridas" – "Pero que cosa dices, ¿Qué el Señor es aburrido?" – "No, no. La Misa no, los sacerdotes". "Ah, que se conviertan los sacerdotes, pero es el Señor que está ahí, ¡eh!" ¿Entendido? No lo olviden. Participar en la Misa «es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor».