SANTIAGO,
Una vida de delincuencia y drogadicción llevaron a Khristian Briones a pasar 10 años en la cárcel, en los que además de pagar sus culpas, inició un camino de fe y conversión a través del rezo del Santo Rosario.
Desde niño vivió en la pobreza y al cuidado de sus abuelos. Creció en medio del alcoholismo, la violencia familiar y la drogadicción. La falta de oportunidades y el hambre que padeció lo llevó a admirar a aquellos que robaban camiones de comida para repartirla entre la gente.
Vivió su niñez y adolescencia en centros de detención de menores donde se "culturizó en la delincuencia", robó para tener dinero y apostar en juegos de salón, probó las drogas, "me hice más adicto y más violento", dijo Briones en conversación con ACI Prensa.
Cuando delinquía, Khristian oraba a la Virgen de Montserrat, considerada patrona por los delincuentes. Muchas noches, en reclusión, pedía a Dios y la Virgen para que lo salvaran de morir. Sin embargo, su carácter y liderazgo en la cárcel lo llevó a tener más de un enemigo. Sufrió veinte puñaladas, dos balazos y quedó con un tercio del cuerpo quemado.
En ese escenario, Khristian pasó cinco años en el Taller de Rosarios de la Fundación Paternitas, dedicada a la rehabilitación, capacitación e inserción de reclusos. En él, algunos internos de la cárcel de Puente Alto y San Bernardo, en Santiago, recibieron el material con los que se confeccionaron hasta 3500 rosarios de madera al mes, a cambio de un aporte económico que ellos enviaban a sus familias.
Este hombre de 39 años dijo que "el Rosario es una luz en la oscuridad de la cárcel", ya que permite que "los chiquillos (reclusos) se acerquen a Dios. La gran mayoría cree en Dios, en la Virgen de Montserrat pero, tienen mal enfocada la fe. Eso me pasaba a mi, era católico a mi manera".