MADRID,
El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, presidió en el templo de la Sagrada Familia en Barcelona la beatificación de los 109 mártires claretianos muertos durante la Guerra Civil, que respondieron con el "eficaz arma" del perdón aquel intento de aniquilar el cristianismo en España.
Durante la homilía el Cardenal recordó las palabras: "No tenim por. No tenemos miedo" que miles de personas gritaron tras los atentados del pasado agosto en Barcelona. "El terrorismo intenta con su diabólica inventiva de muerte infundir miedo, pero el pueblo responde a una sola voz: 'no tenim por', no tenemos miedo. Nadie puede herir al hombre con el miedo y el terror".
Por eso insistió en que "en el hombre existe un potente antivirus, que es su vocación a la vida y no a la muerte; al amor y no al odio; al gozo y no al miedo. El hombre está hecho para amar, vivir y gozar y nada ni nadie puede separar al hombre de la vida y del amor".
El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos aseguró que la historia de la persecución religiosa española durante el siglo pasado "fue una virulenta epidemia de muerte y destrucción que dejó tras de sí miles y miles de víctimas indefensas e inocentes. Sin embargo hizo emerger el coraje de miles de mártires, hombres y mujeres cuya sangre se ha convertido en la savia del dinamismo de la Iglesia española actual".
"Frente al diabólico tsunami de la persecución, los 109 religiosos claretianos reaccionaron con la eficaz arma de la caridad y del perdón. Para aquellos que querían aniquilar la presencia cristiana en España, los mártires respondieron perdonando, orando y gritando: 'no tenemos miedo'", subrayó el Cardenal.
"Los mártires claretianos no tuvieron miedo, estaban dispuestos a sacrificar sus vidas para decir al mundo, una vez más, que el bien vence al mal" y aseguró que esta beatificación es una invitación a "transformar la tristeza en alegría, el rencor en perdón a los enemigos que también están necesitados de redención. Nos invitan, por último, a no tener miedo y permanecer fieles a nuestra identidad cristiana, más aún, a sentirnos orgullosos de ella".