Al principio, San Francisco consideraba a San Ignacio un antipático, porque este siempre le repetía la frase de Cristo: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?".
Poco a poco el joven dejó a un lado su vanidad e hizo los ejercicios espirituales creados por San Ignacio, el fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas).
En 1540 el Papa Pablo III aprobó la creación de la Orden de los jesuitas y San Ignacio fue elegido como su primer Superior General, mientras que San Francisco Javier partió como misionero a la India y Japón.
7. Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz
Teresa era una joven soñadora y decidida cuando hizo sus votos en el Carmelo con 21 años en 1536. Allí se dio cuenta de que las religiosas carmelitas en España y otros lugares habían decaído y se habían convertido en una especie de centro social para todos los que deseaban una vida fácil y relajada.
Cuando la santa empezó a fundar nuevos conventos carmelitas, conoció a San Juan de la Cruz, un joven fraile. Tras entrevistarse con él, lo invitó a formar parte de la reforma del Carmelo para revitalizar el carisma original de pobreza y oración.
Estos amigos también escribieron hermosos poemas que están basados en sus pruebas y gozos espirituales. El más famoso de Santa Teresa de Ávila es “Nada te turbe” y el de San Juan de la Cruz es “La noche oscura del alma”.
8. San Juan Bosco y Santo Domingo Savio
Tras ser ordenado sacerdote en 1841, San Juan Bosco inició un oratorio donde reunía a cientos de jóvenes para formarlos.
En ese entonces, un presbítero le presentó a un niño llamado Domingo. El santo quedó impresionado por la vida espiritual y la alegría del chico. Por ello, decidió acogerlo y se convirtió en su guía espiritual.
Su relación de amistad era cercana. Una noche, Don Bosco encontró a Santo Domingo Savio temblando de frío en su cama y cubierto solo con una sábana.
Ante la preocupación de San Juan Bosco, su pequeño amigo santo lo tomó con humor y le dijo en tono de broma: “Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén”.
El pequeño Santo Domingo falleció en 1857. Dos años después, San Juan Bosco fundó a los salesianos junto con un grupo de jóvenes.
9. San Cornelio y San Cipriano
El Papa San Cornelio y San Cipriano, entonces Obispo de Cartago, dieron testimonio de su fe como mártires ante la persecución que sufrieron por parte del Imperio Romano.
San Cornelio fue el vigésimo primer Papa y afrontó con firmeza al sacerdote Novaciano, quien por ese entonces proclamaba la herejía de que la Iglesia Católica no tenía el poder para perdonar los pecados.
El santo Pontífice lo enfrentó y fue respaldado en este debate por su amigo San Cipriano.
San Cornelio fue enviado al destierro y murió decapitado en 253. Cinco años después, San Cipriano fue martirizado de la misma forma que su amigo.
10. Santa Felicidad y Santa Perpetua
Santa Perpetua era una joven madre de 22 años proveniente de una familia rica, y Santa Felicidad era su esclava. Ambas fueron arrestadas y encarceladas por ser cristianas.
En prisión, los cristianos ayudaron a que Santa Perpetua pueda estar con su bebé durante los últimos días de su vida. Por su parte, Santa Felicidad dio a luz a una niña en la prisión.
Ambas santas recibieron la Comunión antes de ser arrojadas a una vaca salvaje y morir decapitadas en el año 203.
Tras la muerte de las santas, los cristianos se encargaron de criar a la hija de Santa Felicidad, y los familiares de Santa Perpetua se encargaron de la educación de su bebé.
Esta noticia se publicó originalmente el 4 de octubre de 2017.
Dona a ACI Prensa
Si decides ayudarnos, ten la certeza que te lo agradeceremos de corazón.
Donar