También el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza.
Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos. Claudia Yesenia, al lado de tanto horror sucedido, Dios te regaló una tía que te cuidó, un hospital que te atendió y finalmente una comunidad que te recibió. Este «hogar» es una prueba del amor que Jesús les tiene a ustedes y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Y lo hace a través y con el cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y que los educan.
Pienso en los responsables de esta casa, en las hermanas, en el personal y en tanta gente que ya son parte de la familia porque viene, se integran, conocen. Porque eso es lo que hace que este lugar sea un «hogar»: el calor de una familia donde nos sentimos amados, protegidos, aceptados, cuidados y acompañados.
Me gusta mucho que este hogar lleve el nombre de «San José», y los otros «Jesús Obrero» o «Belén». Quiere decir que están en buenas manos. ¿Recuerdan lo que escribe San Mateo en su Evangelio, cuando nos cuenta que Herodes, en su locura, había decidido asesinar a Jesús recién nacido?
¿Cómo Dios le habló en sueños a San José, por medio de un ángel, y le confió a su cuidado y protección sus tesoros más valiosos: Jesús y María? Nos dice San Mateo que, apenas el ángel le habló, José obedeció inmediatamente e hizo cuanto Dios le había ordenado: «Se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se fue a Egipto» (2,14).
Estoy seguro de que así como San José protegió y defendió de los peligros a la Sagrada Familia, así también los defiende, los cuida y los acompaña a ustedes. Y con él, también Jesús y María, porque San José no puede estar sin Jesús y sin María.