16 de diciembre de 2024 Donar
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Dejó las calles y las drogas y le cantó al Papa Francisco a su llegada a Colombia

Músicos del IDIPRON cantan "Bienvenido Papa" frente a la Nunciatura en Bogotá. Foto: David Ramos / ACI Prensa.

A su llegada a la Nunciatura Apostólica en Bogotá, en su primer día en Colombia, el Papa Francisco fue recibido por cantos y bailes realizados por niños y jóvenes que abandonaron las calles y los vicios, y que son atendidos por el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON). Entre los miembros de la institución que participaron en la ceremonia de recepción al Papa se encontraba José Bonilla, un joven que dejó las drogas y la delincuencia hace más de década y media.

El IDIPRON surgió como una iniciativa del fallecido sacerdote salesiano Javier de Nicolò, nacido en Italia en 1928 y radicado en Colombia desde 1949. El instituto, hoy bajo la dirección del P. Wilfredo Grajales, y con el apoyo del Ayuntamiento de Bogotá, atiende y educa a niños y jóvenes en situación vulnerable.

José, que usa el nombre artístico de "338 Bonilla", se describe como "cantante de rap gracias a Cristo, a Dios, al Papa Francisco y a nuestro creador, Javier de Nicolò".

"Hace 16 años salí de la calle, salí de la drogadicción", recuerda José, en declaraciones a ACI Prensa, y destaca la ayuda del actual Alcalde de Bogotá, Enrique Pelañosa, que también gobernaba el ayuntamiento de Bogotá en esos días, "cuando destruyeron 'El Cartucho'".

"El Cartucho" fue una de las zonas de mayor delincuencia y tráfico de drogas que tenía Bogotá décadas atrás, y estaba ubicado muy cerca del Ayuntamiento. Tiempo después de su destrucción, su lugar en el narcotráfico, la prostitución y la violencia lo ocuparía "El Bronx".

En mayo de 2016, una operación combinada de la Policía y el Ejército, con alrededor de 2500 efectivos, se desalojó "El Bronx", encontrando evidencia de torturas, asesinatos e incluso ritos satánicos.

"Hoy en día soy educador del IDIPRON. Soy ejemplo para estos chicos y trabajo con jóvenes que acaban de salir del operativo del Bronx", señala José.

"Mi labor en ellos es sacarlos por medio de lo urbano, la música, el rap, el break dance, el grafiti", y acabar con el estigma de "que todos son bandoleros, que todos son viciosos".

"Con cultura se pueden cambiar corazones", subraya.

José y sus compañeros y alumnos del IDIPRON cantaron "Bienvenido Papa" al final de la ceremonia frente a la Nunciatura.

"Danzamos con la música, contamos la historia de lo malo que nos pasó", señala, pero la canción destaca la importancia de "la luz que nos dio esperanza" con el Papa Francisco, y "lo importante que hizo él con nosotros, con Colombia, de venir desde tan lejos a traernos un mensaje de esperanza".

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"Nosotros como IDIPRON somos facilitadores, multiplicadores de esta paz que nos trae a nuestros corazones", asegura.

Para José, la experiencia de participar en la ceremonia de recepción del Papa Francisco fue "volver a nacer".

"Es estar delante de la máxima autoridad católica. Y estar delante de él quiere decir que el cambio, que la labor que hizo conmigo Javier de Nicoló se ha logrado. Estos chicos fueron privilegiados en estar aquí", subraya.

"Le agradezco a todos aquellos que dieron su voto de confianza para que estos chicos que alguna vez estuvieron en delincuencia hoy mostraran y fueran ejemplo para los que siguen en la calle, que no han querido tomar el camino de desarmarse, de alimentar su corazón con la fe".

"338 Bonilla", tras más de década y media de abandonar la calle y las drogas tiene también un mensaje para aquellos que permanecen en el mundo de la violencia.

"El único mensaje es vivir para servir, esta es la hora. No permitas que la calle te robe la sonrisa que debes disfrutar con tu familia", expresa.

"Es hora de que entregues las armas, es hora de que dejes la calle, que no permitas que el vicio destruya tu corazón, y mucho menos destruya tu familia", alienta.

"Dios está con nosotros, es hora de que tú des el primer paso".

Tras caer en las garras de las pandillas hace 18 años, José conoció al P. Javier de Nicolò y al IDIPRON. Ahí, señala, "el tratamiento con nosotros era el tratamiento del amor, de la 'abrazoterapia', de la cultura, del reencuentro familiar".

"Así, durante 9 años que estuve, logré graduarme, cambiar todo eso, educarme, y ser una mejor persona. Logré ser un educador, logré hacer mi carrera como músico, como estudiante, como profesor".

"Hoy en día trabajo para el IDIPRON como facilitador social, mostrándole a estos jóvenes que lo único malo que nos va a aquedar son las cicatrices de una pandilla, porque el resto, el corazón nos lo sana Cristo, que es quien nos sana las heridas del alma", destaca.

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"No importa qué tan malos hayamos sido. El perdón se puede hacer".

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