Recordó que "Lucía jadeó de repente horrorizada, que su rostro estaba blanco como la muerte y que todos los que estaban allí la oyeron gritar de terror frente a la Virgen Madre, a quien llamaba por su nombre. Los niños miraban a su Señora aterrorizados, sin palabras, e incapaces de pedir socorro por la escena que habían presenciado".
Tiempo después, a petición del entonces Obispo de Leiria, Lucía describió la visión en sus Memorias: "Mientras Nuestra Señora decía estas palabras, abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego", escribió.
"Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe de haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice)", agregó.
"Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: 'Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz'", concluyó.
Después de la visión, contó que la Virgen María les pidió que rezaran esta oración para ayudar a los pecadores: "Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia".
El P. De Marchi señaló en su libro que los niños comprendieron por qué la Virgen de Fátima pidió orar y hacer sacrificios por los pecadores. "Haz esto", decía la Señora, "es una cosa grande, buena y amorosa, y agradará a Dios que es Amor", indicó.